Por encima de todo, un cliente quiere un buen producto o servicio a un precio razonable. Pero cerca de la cúspide se encuentran otros motivos que influyen a la hora de decidir por la oferta de una empresa y no otra. La sostenibilidad es uno de ellos, y las compañías son cada vez más conscientes […]
Gestión y LiderazgoDirigentes Digital
| 19 abr 2022
Por encima de todo, un cliente quiere un buen producto o servicio a un precio razonable. Pero cerca de la cúspide se encuentran otros motivos que influyen a la hora de decidir por la oferta de una empresa y no otra. La sostenibilidad es uno de ellos, y las compañías son cada vez más conscientes de que ser sostenibles les ayuda a vender más y mejor.
Un estudio reciente de la compañía estadounidense Johnson Controls enfatiza esos cambios en la percepción empresarial. Tener estrategias de sostenibilidad reporta una ventaja competitiva, simplemente por el hecho de que la empresa se adapta al futuro con tiempo.
Pero también hay numerosos aspectos que acaban repercutiendo desde un punto de vista económico. Reconocer la sostenibilidad como una oportunidad tiene beneficios para la reputación de la marca y ayuda a que se reduzcan los costes, según declaran nueve de cada diez compañías.
De manera paralela, mejora a captar y fidelizar clientes (según el 86% de los encuestados), así como a aumentar los ingresos (83%). Por eso, siete de cada diez empresas han aumentado la importancia de sus programas de sostenibilidad en los últimos dos años.
Claro está que lo difícil no es solo comprender esa dinámica, sino implementar los cambios necesarios para hacerlo realidad. De hecho, podría decirse que una empresa nunca acaba de evolucionar hacia la versión más sostenible de sí misma.
Necesita observar cuáles son las demandas sociales y políticas y actuar en consecuencia. Las ventajas traspasan lo ya mencionado y alcanzan otros campos como la mejora de la eficiencia, dado que una estrategia concreta en sostenibilidad también ayudará a medir ciertos parámetros y a ver si se cumplen los objetivos.
De hecho, el 96% de las empresas afirman que consiguen dicha eficiencia y cumplimiento, dada la relación entre los objetivos que se marca una empresa. Por otro lado, se consigue reducir los residuos y mejorar el atractivo de la empresa para los empleados, tanto para los propios como para los que se quieren contratar.
Teniendo en cuenta el impacto variado que tiene la apuesta por la sostenibilidad, lo que apuntan las empresas es que se necesita un enfoque multifacético que abarque diferentes aspectos de la actividad diaria.
Para una empresa que acaba de plantearse ser más sostenible, existen tantas alternativas que abruman pero, ¿por dónde empezar? Hay un puñado de decisiones sencillas que pueden tener efecto sobre la sostenibilidad de la empresa de forma inmediata.
-Usar materiales sostenibles para el embalaje. El empaquetado de los productos es lo primero que se encuentran los consumidores. Apostar por la reducción del uso de plástico y por embalajes menos nocivos resulta un primer paso efectivo y práctico.
-Eficiencia energética. Los espacios que utiliza una empresa para su actividad también son un aspecto sobre el que actuar. Hay opciones como aprovechar al máximo la luz natural o implementar el uso de energías renovables.
-Digitalización. Cuanto más eficiente sea una empresa en sus procesos, más conseguirá reducir sus costes. Eso se consigue introduciendo herramientas digitales que simplifiquen las tareas.
-Residuos. La actividad de una empresa supone crear una cierta cantidad de residuos. Tratar de reducirlos y reciclarlos tienen un impacto evidente sobre el medio ambiente.
-Logística verde. Algo similar ocurre con el reparto de los productos o con la elección de los proveedores de paquetería. El impacto medioambiental de la logística puede reducirse si se opta por empresas concienciadas con el medio ambiente.
En el contexto actual, marcado por la transición ecológica y por la presión en los costes que ejercen los combustibles fósiles, la sostenibilidad representa una oportunidad. Como se ha dicho en las líneas precedentes, las empresas tienen ante sí un filón, pero hay una parte que concierne también a las administraciones públicas.
El concepto de Smart City supone la creación de ciudades que funcionan de una manera eficiente, con la repercusión que ello tiene sobre todo el medio ambiente. No obstante, la parte pública tiene que colaborar con la parte privada para llevar esta idea a buen término.
Las empresas se esfuerzan por alumbrar la tecnología que pueda hacer posible las ciudades conectadas y eficientes, mientras las administraciones públicas tienen que prestarles su apoyo y abrirse a esta tecnología disruptiva que puede ayudar ahorrar en el consumo energético.