Cuando uno cruza la frontera en coche se nota, simplemente pasando la barrera, que al otro lado hay un mundo diferente, muchas veces otros paisajes y otras personas que hablan hasta otro idioma y tienen otros códigos de comunicación. Esto pasa dejando Cataluña atrás para entrar en Francia. Se respira directamente otro aire. La urbanización […]
Dirigentes Digital
| 01 sep 2021
Cuando uno cruza la frontera en coche se nota, simplemente pasando la barrera, que al otro lado hay un mundo diferente, muchas veces otros paisajes y otras personas que hablan hasta otro idioma y tienen otros códigos de comunicación. Esto pasa dejando Cataluña atrás para entrar en Francia. Se respira directamente otro aire. La urbanización francesa es más suave, más armónica con el entorno, según normas urbanísticas que se acordaron y que se respetan por regla general. Entrando en la profundidad de Francia se nota que se cuida mucho la propia cultura de cada sitio y su historia. Las gargantas del Ardèche son un muy buen ejemplo. Ahí se alternan naturaleza, cuevas y bonitos pueblos medievales, mientras polígonos y fábricas están alejados y concentrados en otros lugares. Una de las vistas más bonitas de esta región después de las “Gorges de Ardeche” son los jardines colgantes de Le Récatadou.
Mientras los franceses en la pandemia han disfrutado como nadie de la proclamada “libertad” de Madrid, pocos españoles cogen el coche y deciden pasar sus vacaciones en Francia, salvo los que tienen familia allí. Este hecho tiene que ver también con estereotipos sobre la cultura francesa y con el sentimiento de superioridad que ejercen los franceses según la opinión de algunos españoles. Cierto es que hay mucha competencia entre Francia y España en temas de gastronomía, turismo y agricultura y a veces unos actos poco solidarios en la frontera con España entre los camineros y policías. Pero nada que ver tiene Ardèche o Ardecha en español y su gente con estas imágenes. Aquí dominan las piedras, las rocas y el agua. Desde Cataluña en solo alrededor de cinco horas se llega al departamento número 7, situado en la región de Auvernia-Ródano-Alpes y el río Ardèche. En el camino hacia este parque natural están Aviñón, Nimes y Orange, tres ciudades muy bonitas para visitar. En la Ardèche hay pocos hoteles.
El turismo es rural, ecológico y simple. Hay casas de alojamiento campesino y pequeños parques como el de Danny van Essche. Él, antiguo ejecutivo del sector de los neumáticos, lleva con su mujer la “Isla Cool Douce”. Hace 10 años que la pareja belga dejó su país de origen y un entorno altamente competitivo para trabajar en plena naturaleza con turistas que son sobre todo francófonos por el momento: “No hay muchos españoles por aquí. Es una lástima”, dice van Essche quien, sin embargo, pasa todos los años sus vacaciones en Andalucía: “después de la temporada, en octubre nos vamos al sur.
Nos encanta España”. Cerca del pueblo de Chauzon la pareja ha convertido una antigua granja en un hostal, con las típicas casas de piedra de esta región. La vinculada “Isla Cool Douce” es un parque natural conocido por su oferta de kayak y sus piscinas y playas privadas. Lo más rico de la estancia ahí es el baño refrescante en el agua cristalina de la Ardèche. Hay también un chiringuito en el parque y buen restaurante a lado. El ambiente es muy de camping y de relax. Los empleados del parque duermen en caravanas y hablan todos varios idiomas. Es el trabajo de verano ideal para un estudiante con ganas de aprender el francés. Claro es, que a la familia van Essche nadie les saca ya de Francia: “Hemos hecho muchos amigos aquí e además, hay un bienestar social en el país que a pesar de las actuales protestas, da mucha tranquilidad y estabilidad a la sociedad”.