La resiliencia climática crea riqueza: aumenta el empleo, ahorra dinero y, por cada dólar invertido, se pueden ahorrar seis. Lo dice la ONU: la capacidad de las comunidades para volver a su estado de origen tras una catástrofe natural proyecta un impacto económico positivo. El discurso va más allá de evitar que avance la crisis […]
NacionalDirigentes Digital
| 16 oct 2019
La resiliencia climática crea riqueza: aumenta el empleo, ahorra dinero y, por cada dólar invertido, se pueden ahorrar seis. Lo dice la ONU: la capacidad de las comunidades para volver a su estado de origen tras una catástrofe natural proyecta un impacto económico positivo. El discurso va más allá de evitar que avance la crisis climática, debemos defendernos ya de sus consecuencias.
Invertir en resiliencia climática -o ecológica- es una buena inversión. “Existe un fuerte argumento económico para la resiliencia climática y la reducción del riesgo de desastres”, explicó el Secretario General de la ONU, António Guterres, al visitar una escuela afectada por el ciclón Idai en Beira, Mozambique. A los “horrendos sufrimientos” de la población, se suman décadas de ganancias en el desarrollo que “desaparecen en un instante”. Guterres alertó que la reducción del impacto serán fundamentales para los miles de millones que se invertirán en infraestructuras, hospitales, viviendas, escuelas y un largo etcétera, durante la próxima década.
Pues bien, ¿qué se debería hacer para promover la resiliencia climática? En primer lugar, cumplir con los parámetros de durabilidad de los cimientos de una ciudad. Y ello pasa “por que se cumplan las normas de planificación de ubicación y peligro y los códigos de construcción”. Pero se pueden tomar muchas medidas más.
Entre 2005 y 2015 más de 700.000 personas perdieron la vida, más de 1,4 millones han sufrido heridas y alrededor de 23 millones se han quedado sin hogar a causa de los desastres. En términos económicos, las pérdidas ascendieron a los 1,3 mil millones de dólares. En esto último no sólo hablamos de infraestructura, también de aspectos como los bienes de las personas, bienes de producción o activos culturales y ambientales. En este escenario, la ONU marcó una hoja de ruta con el Marco de Sendai 2015-2030.
El Marco de Sendai 2015-2030 consiste en una actualización y mejora de las decisiones tomadas en el documento anterior -el Marco de Acción de Hyogo-. El escrito comienza así: “Nosotros, los jefes de Estado y de Gobierno, ministros y delegados participantes en la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Reducción del Riesgo de Desastres (…), reconociendo el creciente impacto de los desastres y sus complejidades en numerosas partes del mundo, nos declaramos determinados a intensificar nuestros esfuerzos para fortalecer la reducción del riesgo de desastres con el fin de reducir la pérdida de vidas y bienes derivada de los desastres en todo el mundo“. Aquí entran aspectos fundamentales como suministro de alimentos y agua, energía, telecomunicaciones y transporte.
La ONU insta a luchar contra los factores subyacentes que aumentan el riesgo de desastres. La lista es extensa pero, como ejemplos, podrían destacarse la urbanización rápida y no planificada, la gestión inadecuada de las tierras, los arreglos institucionales deficientes, las políticas formuladas sin conocimiento de los riesgos y la falta de regulación e incentivos para inversiones privadas en la reducción del riesgo de desastres. La tecnología también es un factor importante. Y, como no, evitar el desarrollo de la crisis climática.
Algo fundamental: incrementar considerablemente la disponibilidad de los sistemas de alerta temprana sobre amenazas múltiples y de la información y las evaluaciones sobre el riesgo de desastres transmitidas a las personas. Y es que no sólo son responsables los gobiernos e instituciones, sino que es un compromiso de todos. En el tablero de juego también está la comunidad internacional, las empresas, las instituciones financieras internacionales y otros actores pertinentes.
Evitar lo máximo posible el efecto de desastres como terremotos y tsunamis, los más frecuentes, podría evitar la pérdida de grandes cantidades de recursos. Países desarrollados y en desarrollos, ya todos saben qué hacer.