La revolución de los próximos años no solamente será tecnológica y energética sino también política, porque el estado con su brazo ejecutivo en forma de Gobierno está fallando cada vez más. La crisis de las ideologías anticuadas y los partidos tradicionales exige un nuevo pensamiento democrático y económico. En este contexto la renta básica universal […]
NacionalDirigentes Digital
| 29 oct 2019
La revolución de los próximos años no solamente será tecnológica y energética sino también política, porque el estado con su brazo ejecutivo en forma de Gobierno está fallando cada vez más. La crisis de las ideologías anticuadas y los partidos tradicionales exige un nuevo pensamiento democrático y económico. En este contexto la renta básica universal ya es el punto central de la revolución que nos espera a nivel de fiscalidad y retribución en los próximos años, según creen algunos economistas y politólogos. “Ya tenemos varias formas de renta básica implementadas en nuestro sistema. En algunos países más que en otros, pero las tenemos que ordenar mejor y también solucionar su financiación. Quiere decir que hay que simplificar el sistema fiscal y retributivo actual, pero también controlar mucho mejor el gasto, para que todos podamos aprovechar unos ingresos básicos del Estado”, dice el economista español Javier Díaz-Giménez en una entrevista con Dirigentes.
En el actual debate político son más bien los partidos de izquierda los que están a favor de la renta básica universal, pero el concepto también gana muchos aficionados en el mundo conservador. Con la vista en las elecciones del 10 de noviembre Díaz-Giménez cree que los políticos no presentan proyectos de fiscalidad transparentes: “Salvo Pablo Iglesias, que por lo menos deja claro su plan: ayudar a los pobres quitando dinero a los ricos con más impuestos sobre el patrimonio ignorando que estos se van a otro país. No estoy de acuerdo con este concepto, pero por lo menos es una propuesta seria y no simplemente la propaganda de todos de “vamos a bajar los impuestos”. Porque quien baja los ingresos del Estado tiene que admitir que tenemos que renunciar de algunos privilegios sociales y que entonces tampoco podemos mantener un aparato administrativo poco eficaz. Porque con menos ingresos, hay menos dinero para gastar”. Con esto también en consecuencia morirán muchos privilegios actuales de los políticos.
Claro es que las protestas múltiples en diferentes puntos del mundo sobre la igualdad de riqueza están exigiendo de la política fiscal nuevos conceptos que solucionan los retos a los que nos afrontamos con un mundo cada vez más transparente y globalizado, con cada vez más robots haciendo nuestro trabajo, con un cambio climático encima, experimentado un cambio de cultura democrática y todo esto teniendo mucha más esperanza de vida que hace 150 años cuando vivimos las primeras revoluciones industriales. En el actual sistema cuadra ya nada de los cálculos antiguos, ni la financiación de las pensiones ni la de la salud publica parecen sostenibles. Los nuevos planes
fiscales que ha presentado la OECD tienen en consideración todo lo mencionado, por lo que cortan dónde hasta ahora pocos querían tocar: a las ganancias de las grandes empresas internacionales.
El núcleo de la reforma de la OECD es superar la injusticia de que estas corporaciones con sede en países de bajos impuestos no graven la parte justa de sus ganancias en el país donde se realizan. Para entenderlo mejor sirve el ejemplo de Airbnb: el proveedor turístico recibe dinero por todos los españoles o germánicos que usan sus servicios, pero ni paga impuestos ni en Suiza, ni en Alemania, ni en Austria, sino en la sede europea en Dublín. Lo mismo se aplica a Netflix, Youtube, Spotify, Facebook o Amazon. Los documentos presentados hace poco son ya la tercera propuesta de la OECD en esta materia y por la delicadez del tema se espera una cuarta versión. También está previsto de cambiar los ingresos de las licencias y patentes de marcas. Silicon Valley tiembla ya e incluso Francia ha expresado reservas a los planes de la OECD, a pesar de que ha introducido un impuesto digital. Especialmente las industrias farmacéuticas y de artículos de lujo se ven afectadas, dice el experto en impuestos de KPMG Olivier Eichenberger de Suiza.
La dificultad de llegar a un acuerdo fiscal a nivel global demuestra el hecho de que los ministros de la UE no han podido ponerse de acuerdo sobre una posición hasta el momento. Además, existen varios de facto paraísos fiscales dentro de la propia UE. Por el momento las empresas multinacionales solo deben declarar el importe total de los impuestos pagados, sin ninguna indicación de distribución. Según las estimaciones de la Comisión Europea. La UE pierde así entre 50 y 70 mil millones de euros en ingresos fiscales cada año. Para evitar la ineficacia de la administración fiscal algunos economistas abordan por ver cada vez más el Estado como una empresa y los contribuyentes como accionistas que deben saber quién paga qué y para qué se gasta. Quiere decir que debería haber todavía mucho mas transparencia y control democrático sobre la ejecución de los presupuestos de Estado.
En este escenario de ver el Estado como una empresa la renta básica podría ser como un dividendo para el pueblo que así tiene garantizado sus necesidades básicas. “Con esta herramienta podríamos apagar populismos baratos que sufrimos ahora en todo el mundo y concentrarnos en un progreso real de la sociedad”, dice Diaz-Giménez. Pero el docente de la IESE Business School cree que deberíamos empezar ya a introducir este concepto de la renta básica universal sin plazos: “Ya tenemos experiencia en España con la pensión mínima no contributiva que es un pago de este tipo, pero hay que organizarlo y ordenarlo para todos”. Al final serán ya modelos que se acercan cada vez más
a la teoría del comunismo, pero con la diferencia de que no se distribuye la escasez, porque las economías comunistas planificadas eran económicamente un fracaso sino dentro de una economía de mercado. Y claro para que habrá dividendo y así renta básica para los accionistas faltara que elegimos de mejor manera “el consejo de administración, quiere decir que al Gobierno”, cree Diaz-Giménez que se ha hartado un poco de la política actual en su país.