Desde la llegada de la COVID-19, la transformación digital se ha convertido en uno de los principales retos de la economía. La penetración del comercio electrónico sufrió un salto muy significativo en 2020, de igual manera que el ámbito relacionado con la informática, que se ha multiplicado por diez en los últimos 25 años. Ahora, […]
NacionalDirigentes Digital
| 29 jun 2021
Desde la llegada de la COVID-19, la transformación digital se ha convertido en uno de los principales retos de la economía. La penetración del comercio electrónico sufrió un salto muy significativo en 2020, de igual manera que el ámbito relacionado con la informática, que se ha multiplicado por diez en los últimos 25 años. Ahora, las competencias digitales presentan un carácter transversal a todos los empleos. Tal es así, que la Unión Europea (UE) estima una tendencia al alza y espera que para 2022 el 45% de los trabajos tengan relación con este campo.
En este panorama, la falta de perfiles y competencias digitales tiene importantes consecuencias para el tejido empresarial, generando significativas pérdidas en el sector TIC. Tal y como destaca el estudio Empleabilidad y Talento Digital 2020, elaborado por la Fundación VASS y la Universidad Autónoma de Madrid, “solo en el ámbito de los servicios digitales, hay una fuga de actividad cercana a los 315 millones de euros anuales, una merma de 110 millones de euros de recaudación fiscal al año y de un 12,5% menos de nuevas contrataciones, que equivaldría a un mínimo de 3.600 vacantes por año”.
De esta forma, la tercera edición del documento da a conocer que, a pesar de que España es el país de la UE donde más se ha aumentado la base de empresas que contratan profesionales del sector TIC, un 117% entre 2012 y 2020, el número de graduados universitarios relacionados con estas materias se ha reducido en un 23,2%. En esta misma línea, España es, solo por detrás de Italia, el segundo país de la UE donde menos se ha desarrollado esta base de perfiles técnicos y también aquí las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) tienen un “discreto peso entre el alumnado universitario”. Uno de cada cinco egresados pertenece a estas áreas, frente al casi 28% del conjunto de otros estados europeos.
Para la elaboración del informe se han tenido en cuenta las aportaciones de expertos de 46 compañías e instituciones del sector TIC y cerca de 1.000 estudiantes de los últimos cursos de ingenierías de Telecomunicaciones e Informática, pertenecientes a 21 universidades. Los resultados concluyen que por cada dos empresas españolas que requieren los servicios de un profesional TIC, solo hay un perfil formado para asumir dicho trabajo. Esto es así debido a que la cantidad de estudiantes que pasan a integrarse en el mercado laboral procedentes tanto de grado como de los estudios de máster es insuficiente para cubrir las plazas requeridas por las empresas.
Esta situación también se ve agravada por la dificultad de estas disciplinas, ante el que aparece un gap de talento respecto a la cantidad y la calidad de los alumnos. En relación con el déficit cuantitativo, los tres primeros cursos de las carreras de ingeniería e informática lideran con un 50% el ranking nacional de abandonos. Una realidad de la que en el documento se explica que, a pesar de las altas expectativas de colocación, el esfuerzo requerido para superar estos estudios, muchas veces no compensa a los jóvenes.
Por su parte, el cualitativo hace referencia a la brecha existente entre el nivel demandado por las empresas y el que presentan los titulados. En este sentido, el talento digital se divide entre las soft skills, que presentan una diferencia menor (40,5%), a pesar de que la pandemia la ha impulsado; y las hard skills, en las que esta disparidad supera los 50 puntos y empeora los datos recogidos en la edición anterior.
Para tratar de solucionar esta situación, el informe incluye tres retos con los que propone que España acabe con esta diferencia entre el mundo empresarial y el universitario. El primero de ellos hace referencia a la mejora de los planes de estudio y la capacidad presupuestaria de los centros de formación. El segundo pretende impulsar el papel de la mujer en el sector TIC, ya que solo representa el 32% en el terreno laboral y el 15% en el académico, mientras que en el último destaca la figura de la Administración Pública como impulsora del cambio y creadora de proyectos que disminuyan ese déficit.