No hacía falta la irrupción de una pandemia para sacar a la luz los numerosos desafíos que afrontan las economías desarrolladas. No obstante, la emergencia sanitaria los ha puesto aún más de manifiesto y plantea dudas sobre el crecimiento de los países occidentales. Entre estos retos, se encuentran algunos que representan un cambio de modelo […]
Dirigentes Digital
| 21 dic 2021
No hacía falta la irrupción de una pandemia para sacar a la luz los numerosos desafíos que afrontan las economías desarrolladas. No obstante, la emergencia sanitaria los ha puesto aún más de manifiesto y plantea dudas sobre el crecimiento de los países occidentales.
Entre estos retos, se encuentran algunos que representan un cambio de modelo por sí mismos. Desde hace años, la productividad crece con lentitud, lo que pone en jaque la idea de que la economía pueda seguir creciendo por sí sola sin que haya aumento de la población. Por otro lado, aparecen otras tres transformaciones integrales, como son la digitalización, el cambio climático y el envejecimiento poblacional.
Estos desafíos emergen como cuestiones nunca vistas, por lo que la incertidumbre es elevada. Asimismo, hay que tener en cuenta que no todos los sectores salen desde el mismo punto de partida. De hecho, la posición de cada uno de ellos influye en las posibilidades del conjunto de la economía para sobreponerse a los cambios.
Esa conclusión extrae el Banco de España, que en uno de sus últimos informes recomienda reasignar inversión y el resto de factores productivos a sectores con mayor capacidad para generar valor añadido. Desde el organismo se es consciente de que “puede ser un proceso complejo y costoso”, sobre todo si se tiene en cuenta que los sectores predominantes en España tienen una escasa relación con aquellos que convendría impulsar y que tienen un peso reducido en la economía.
En concreto, el supervisor señala hacia la fabricación de productos informáticos y electrónicos; actividades profesionales, científicas y técnicas; I+D; actividades de información y comunicación; finanzas y seguros. Todas ellas cuentan con una buena posición de partida, así como con una productividad elevada, pero su aportación al valor añadido (VAB) es del 12,6%, frente al 15,1% de Alemania, el 17,4% de Francia o el 22,5% de Estados Unidos.
Por el contrario, España se ha volcado en los últimos años en otro tipo de actividades, como son la hostelería, el bloque de servicios, algunas ramas del sector primario y la construcción. El Banco de España estima que estos segmentos de actividad presentan los peores registros en términos de productividad, además de indicadores de capital humano e innovación desfavorables.
Esta visión coincide si se consideran los retos que se han mencionado en los párrafos precedentes. El organismo que comanda Pablo Hernández de Cos apunta que hay carencias en la resiliencia de estos sectores frente a los cambios que están por llegar.
Por otro lado, también hay sectores que están bien posicionados y resultan centrales en la economía española, por lo que su evolución puede ejercer un efecto arrastre para el resto. Estos son la industria manufacturera y la de suministro de energía que, aunque cuentan con niveles de productividad elevados, “son más vulnerables ante desafíos como el cambio climático”.
Como también se ha dicho, el Banco de España observa que la principal reasignación tendría que hacerse en el terreno laboral. El organismo lo califica como un “objetivo primordial”, para lo que considera necesario fortalecer los sistemas de aprendizaje continuo. Sin embargo, esto mejoraría la capacidad de la economía para afrontar los desafíos a la larga.
¿Por qué convertir un negocio en una empresa galgo?
El tejido empresarial español y su reestructuración tras la crisis