Tras la crisis financiera de 2008 volvió la considerada como palabra maldita, que al final no se desencadenó. La última vez que lo hizo, fue en los años 70 a cuenta de la crisis del petróleo. Hablamos de la estanflación, ese crecimiento mínimo o incluso inexistente en una economía, que se produce al tiempo que […]
NacionalDirigentes Digital
| 05 abr 2022
Tras la crisis financiera de 2008 volvió la considerada como palabra maldita, que al final no se desencadenó. La última vez que lo hizo, fue en los años 70 a cuenta de la crisis del petróleo. Hablamos de la estanflación, ese crecimiento mínimo o incluso inexistente en una economía, que se produce al tiempo que se desencadenan unos precios de consumo desorbitados. Ese es el gran peligro actual, o como diría parafraseando su famoso leitmotiv sobre la economía del asesor político de Bill Clinton que le llevó a la Casa Blanca, James Carville “es la inflación, estúpido”.
Porque los elevados y ya casi desorbitados precios que asoman no solo en España, sino en todo el mundo, pueden ser el principio del fin de nuestro crecimiento. No se trata de ser agorero, sino de estar preparado para un escenario negativo, en una economía que este año confiaba en asentar la recuperación de la mano de los Next Generation europeos y tras ralentizar el avance esperado en 2021.
Ahora mismo todos los pronósticos y previsiones tienen el gran peligro de desvanecerse. Si algo hizo bien en su reunión del pasado marzo el Banco Central Europeo, fue no adelantar acontecimientos y enfrentarse a lo inmediato. En su caso, no hablar de alza de tipos sino de reducir los estímulos monetarios en aras de controlar la inflación, aunque penalizando a la economía.
Se trata de un escenario difícil: ya decía Ronald Reagan que la inflación “es tan violenta como un ladrón, tan terrorífica como uno armado y tan mortal como un asesino a sueldo”. Es ese impuesto sin legislación del que hablaba Milton Friedman, solo que, unido a un país sin crecimiento o con niveles bajos de PIB puede convertirse en un círculo infernal de difícil solución.
La invasión de Rusia sobre Ucrania ha propiciado que se cierre “el granero de Europa” que afecta en todos los órdenes de las materias primas, más allá incluso del gas y el petróleo, y en especial afecta al sector agroalimentario con los principales productores de trigo y maíz del mundo, entre otras materias primas que producen.
La inflación per se no tiene sesgo negativo si está controlada, pero en este caso, hablamos de un efecto por la subida del petróleo, que todos los países importamos y que repercute en cada uno de los bienes, servicios y productos que producimos y compramos. El mejor reflejo, el precio de la luz y de los carburantes tanto para particulares como para empresas. Un incremento que envuelve todo aquello que necesitamos.
A España el momento actual nos coge con niveles de precios que incluso, pueden llegar al 10%, un nivel astronómico en el peor escenario. Aunque cada vez estamos más cerca de esa cota, tal y como apunta Funcas.
Con esos precios desorbitados, el efecto en la economía, cada vez más estrangulada con costes más elevados y sueldos que no llegan en especial para las personas con salarios más bajos, es decadente: demanda que sigue siendo elevada con oferta estrangulada. Y todo ello con la caída en desgracia de los ahorros, que, por efecto de los precios, cada vez valen menos.
Si suben los salarios y los costes, la espiral inflacionista y por tanto repercutiendo negativamente en la economía, se amplía cada vez más. No es un escenario en el que estemos, pero de no frenarlo, podría llegar en alguno de sus estadios, no necesariamente en el peor. Y, sobre todo, entrar en una dinámica que se prolongue en el tiempo.
Además, el efecto sobre el empleo, para el país más afectado por el paro en la Eurozona, no lo olvidemos, sería muy significativo. Recordemos que, el hecho de tener trabajo es lo que afianza el consumo y los planes de futuro, para el que sigue siendo la principal preocupación de los españoles. Con tres millones cien mil parados en cifras de la EPA, la Encuesta de Población Activa.
Desde CaixaBank Research destacan que “la economía española también se verá afectada por un menor crecimiento del consumo privado debido al aumento de la incertidumbre y a la caída del poder adquisitivo que conllevará una mayor inflación, un menor empuje de las exportaciones debido al menor crecimiento de nuestros principales socios comerciales y un mayor tensionamiento de las cadenas de suministros globales”. Derivadas que se pueden producir con la puesta en tela de juicio de la confianza del consumidor, un factor muy significativo.
La primera variable sobre la mesa es la duración del conflicto en Ucrania, cómo se desarrolle y cómo termine. Varios imponderables que serán fundamentales para saber el impacto de la crisis. A mayor duración, peores posibilidades, con menor crecimiento y tensiones inflacionistas.
Recordemos que hablamos de un escenario que está sobre la mesa, pero que no tiene por qué producirse necesariamente, aunque la incertidumbre reinante y la difícil situación por la que atravesamos con una guerra en Europa, sin haber superado el covid-19 y la crisis pandémica, no nos lo pone fácil.
Lo más importante, nos dicen los expertos, es evitar la estructuralidad de los precios, aunque difícil de evitar, si hablamos de una inflación externa sobre la que no tenemos control y que nos viene dada. En este caso el proverbio inglés acertado es el de “espera lo mejor, pero prepárate para lo peor”.
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