El hidrógeno se ha convertido en una verdadera fuente de posibilidades. Sus bondades abarcan desde la disminución del dióxido de carbono hasta el abaratamiento en sus costes de producción, pero, sin duda, lo que hace que este elemento químico se haya posicionado como una de las energías más favorables es el abanico de posibilidades que […]
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| 27 jun 2022
El hidrógeno se ha convertido en una verdadera fuente de posibilidades. Sus bondades abarcan desde la disminución del dióxido de carbono hasta el abaratamiento en sus costes de producción, pero, sin duda, lo que hace que este elemento químico se haya posicionado como una de las energías más favorables es el abanico de posibilidades que ofrece a la hora de ser empleado. Existe incluso toda una gama de colores (gris, azul, amarillo…) según su funcionalidad que está permitiendo a la industria avanzar notablemente.
Sin embargo, si hay un tipo de hidrógeno que está suscitando especial interés es el verde. Su producción resulta de energías renovables, caracterizadas por su baja contaminación, lo que está abriendo un sinfín de puertas a las cadenas de producción, especialmente de aquellas que se sirven de la más puntera tecnología.
La nula emisión de CO2 de la producción de hidrógeno verde lo sitúa por encima del resto de energías de su misma familia, solo que el sistema de almacenamiento que requiere es aún demasiado elevado. Ello supone un alto coste que se refleja en el precio final de las energías renovables, de ahí que sea una absoluta necesidad el abaratamiento de la tecnología necesaria para su electrolisis, o lo que es lo mismo, su producción.
Existen varias alternativas al hidrógeno verde, como puede ser el azul, procedente del gas natural. Esta fuente de energía, el hidrógeno azul, aunque también presenta aspectos positivos, entre ellos la captación de carbono o el fácil acceso que se tiene al gas natural, también en cuanto a sus bajos precios. No obstante, el hidrógeno azul no permite la plena captura de las emisiones de CO2 durante su producción, además de necesitar ser transportado para su almacenamiento que, a su vez, genera carbono no deseado.
España se ha propuesto liderar la producción del hidrógeno verde y, de momento, ya lidera Europa como país de referencia en la producción de esta energía, con Estados Unidos como principal competencia. Pero el país se ha ‘puesto las pilas’ especialmente desde que la invasión rusa en Ucrania comenzara, con el fin de independizarse de los combustibles fósiles procedentes del este europeo.
Al hecho de que España ha acelerado su evolución en la industria del hidrógeno verde, se debe sumar el liderazgo que tiene en cuanto a energía solar y eólica, principales fuentes para la producción de este tipo de alternativa energética, y por tanto, el lugar perfecto para la generación de estos recuros. El mix energético generado por el país lo sitúa como una de las principales potencias para luchar a favor de la descarbonización.
Sectores como el industrial o el del transporte pesado han mostrado su especial interés por este tipo de energía. Gremios como el naval, el aeronáutico o las acerías, que ven en el hidrógeno verde todo un universo de oportunidades y ventajas, y por el que España está apostando fuertemente.
Así lo expresaba la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Se está produciendo un cambio hacia el hidrógeno competitivo a gran escala”, refiriéndose a España en su última visita. Un valor añadido para que UE alcance sus objetivos para 2030 en cuanto a la producción de hidrógeno verde.
El auge de este tipo de hidrógeno está consiguiendo que la financiación, procedente del sector privado y público, se multiplique. En 2021, el Gobierno lanzó un plan de 1.500 millones de euros para impulsar proyectos de hidrógeno verde de cara a 2024, ayudándose a su vez del Fondo Europeo de Recuperación para impulsar a la economía tras la pandemia.
No ha sido la única ayuda que esta industria ha recibido. Se estima que la suma procedente de las inversiones privadas alcanzan los 9.000 millones de euros de cara a 2030 con el fin de alcanzar la plena descarbonización en la industria pesada, pero también para la elaboración de combustibles o fertilizantes.
Un sector que, paulatinamente, pero con paso firme, está madurando y está llevando a la marca España a lo más alto en cuanto a su liderazgo en este sector. No hay más que echar un vistazo a la apertura de plantas industriales de hidrógeno renovables que se están dando, como la de Lloseta, en la isla de Mallorca, o la potente apuesta asturiana con sus parques solares. Ejemplos que están respaldados por firmas como Enagás, Repsol o Iberdrola.
España cuenta con todos los recursos naturales para seguir a la cabeza de la industria del hidrógeno verde. Apostar por proyectos que impulsen la implementación de más parques eólicos y solares es apostar por la supremacía del país en la generación de esta energía renovable.