La Agencia Francesa del Medio Ambiente y Energía ha publicado el último informe sobre las emisiones globales de CO2. El estudio ha sorprendido especialmente con el significativo impacto que general la tecnología en el planeta, produciendo una emisión similar a la que provoca la industria del automóvil o el tráfico aéreo. Son dos los procesos […]
Dirigentes Digital
| 10 may 2022
La Agencia Francesa del Medio Ambiente y Energía ha publicado el último informe sobre las emisiones globales de CO2. El estudio ha sorprendido especialmente con el significativo impacto que general la tecnología en el planeta, produciendo una emisión similar a la que provoca la industria del automóvil o el tráfico aéreo. Son dos los procesos en los que la contaminación es especialmente perjudicial: la producción de las terminales encargadas de generar la tecnología y el consumo de esta mima a través de los dispositivos, redes o datos.
The Shift Project mostraba en sus datos que, la tecnología, es la responsable del 4% de las emisiones en el mundo en cuanto a dióxido de carbono. Un porcentaje significativo, sobre todo teniendo en cuenta que el CO2 generado por los vuelos es del 3% y, algo más elevado con un 9%, la industria del automóvil. El dato mostrado es el resultado de todas las emisiones que genera desde el inicio de su producción, por lo que resulta aún más sorprendente.
La fabricación de los diferentes dispositivos electrónicos, encargados de generar toda la tecnología que hoy en día se consume, desde la extracción de las materias primas utilizadas para su fabricación, comienzan a radiar el perjudicial gas. El consecuente proceso de producción, desde el montaje de las piezas hasta su distribución en el transporte o la vida útil del dispositivo en sí, es lo que se tiene en cuanta a la hora de hablar del porcentaje. Una elevada cifra si se considera el gran uso diario que se le da en todo el mundo.
Prácticamente la totalidad de este 4% de emisión se corresponde a los smartphones, uno de los dispositivos más usados, tanto a diario como a nivel global. El informe expresa que entre el 80 y el 90% de toda la vida de un teléfono inteligente, incluida el momento de su eliminación, destrucción o reciclado, cuando más CO2 genera es en su producción.
Resulta paradójico que, incluso optando por reciclar el dispositivo móvil, y teniendo en cuenta que antes de destruirlo resulta mejor opción, dar una segunda vida al smartphone conlleva un alto consumo de energía, lo que se traduce como contaminación de dióxido de carbono igualmente.
Expertos tecnológicos concluyen que siempre va a ser mejor reparar que deshacerse de un teléfono móvil por la cantidad de proceso industrial que conlleva. Y es que, según el informe ofrecido por ADEME, se estima que reacondicionar un smartphone conlleva un ahorro de materias primas de unos 260 kg de CO2.
Reparar un teléfono inteligente estropeado conlleva un ahorro de agua potable equiparable al consumo que puede hacer una persona durante noventa y cuatro años, puesto que en durante el arreglo se necesita una cantidad de agua muy inferior que, en su producción, concretamente el 83%.
La creación, contando desde la extracción de las materias primas, de un teléfono inteligente genera más del 86% de emisiones de CO2, de las cuales, el 90% se produce antes de salir de la fábrica. Sin embargo, reparando un dispositivo electrónico no se produce ni 7 kilogramos de dióxido de carbono.
Se estima que por cada dispositivo móvil que se repara, se está contribuyendo a reducir la extracción de materias primas en 258 kg de CO2. Una cantidad demasiado significativa para que no se apueste por un cambio drástico en la mentalidad de toda la humanidad. Contribuir a una mutación en la sociedad que fomente la reparación de dispositivos electrónicos en vez de la compra compulsiva de los mismos no va a modificar drásticamente la salud del Planeta, pero sí contribuirá sólidamente a una mejora significativa.
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