Brasil o la política del ‘tijeretazo’

El resultado negativo, informado el último día de marzo por el Banco Central, se debe, en parte, al déficit primario de 2.289 millones de dólares del llamado Gobierno Central (Tesoro Nacional, Previsión Social y el propio Banco Central).

El déficit, equivalente en este caso al 0,69% del PIB, surge de contrastar los ingresos con los egresos antes del pago de intereses de la deuda y es considerado crucial para evaluar la capacidad de pago del país.

Caída libre

Este nuevo dato sigue la línea de los últimos indicadores de que la situación está difícil en el país sudamericano: caída de un 0,11% de la actividad económica en enero y proyección de que el PIB se contraerá al menos un 0,83% este año.

Todo ello dentro de un clima ya de por sí bastante atizado por las noticias sobre la corrupción en la petrolera estatal Petrobras, que ha pasado de ser un orgullo de los brasileños a una ignominia, al mismo tiempo en que su valor de mercado ha caído prácticamente a la mitad.

La agencia Moody’s le bajó todas las notas a la compañía, basando su veredicto en las preocupaciones que se derivan de la investigación de las prácticas venales denunciadas, pero no ha alterado el grado de inversión que el país aún tiene.

Fin de fiesta

El PIB de Brasil pasó de crecer un 7,5% en 2010 a estancarse en 2014, con una previsión de que en 2015 se estrechará entre un 0,5% (según las estimaciones del Banco Mundial) y un 0,8% (según el Gobierno).

A esa percepción de que el país vive un momento sombrío se le suma la aceleración del dólar (o la desvalorización del real, la moneda local), que ha sido del 20% en lo que va del año, un 11,7% tan sólo en marzo.

Surfeando en la creciente ola de impopularidad que se ha levantado desde el mismo inicio de su segundo mandato, la presidenta Dilma Rousseff ha anunciado, inmediatamente después de conocida la última mala noticia económica, que realizará un "gran corte" en los gastos del Gobierno.

Ajustes y "robos"

"Estamos listos. Vamos a ajustar los gastos", dijo la mandataria, tras conocerse que el déficit está relacionado con dispendios de la máquina estatal. El ministro de Economía, Joaquim Levy, ya había hecho declaraciones en ese sentido.

"El Gobierno debe estar preparado para tomar las acciones que sean necesarias", dijo Levy el 31 de marzo ante el Congreso, donde acudió a una audiencia pública en la Comisión de Asuntos Económicos del Senado, para responder, entre otras cosas, si preparaba nuevos tributos.

Para lograr su meta de superávit primario del 1,2% del PIB en 2015, el equipo comandado por Levy, que es bien visto por el mercado, debe lograr un ajuste de unos 2.000 millones de dólares en el sector público. La meta para 2016 y 2017 es de un 2%.

El recorte sería practicado en beneficios sociales como el seguro de desempleo, auxilio por enfermedad y pensión por muerte. Iría acompañado por un aumento en los impuestos a automóviles, gasolina y operaciones de crédito.

De allí la fuerte reacción que sectores de la población manifiestan ante tales anuncios del Gobierno. "Todo el mundo está robando y a nosotros nos aumentan los impuestos", es, palabras más, palabras menos, lo que se escucha diariamente en las calles de Brasil, en alusión al escándalo de Petrobrás.

Una luz

A pesar de la descalificación de la estatal, las agencias internacionales de riesgo han mantenido la calificación de grado de inversión de Brasil, lo que significa que el país sigue siendo considerado seguro para invertir.

Sin medidas de austeridad fiscal, Brasil podría perder esa calificación, lo que empeoraría el escenario. Por ello el ministro Levy ha reforzado su disposición a un mayor rigor fiscal, en carácter preventivo.

Es que ya se sabe lo que le ocurre a las naciones cuando Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch les bajan sus notas. Y Brasil, más allá de alguna afinidad ideológica, no quiere parecerse a esos países, dos de los cuales están muy cerca: Argentina y Venezuela.

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