La crisis desatada en Boeing por los accidentes del 737 MAX se ha cobrado a su primera víctima. El consejero delegado de la aeronáutica estadounidense, Dennis A. Muilenburg, ha presentado la renuncia a su cargo con efecto “inmediato”. La decisión llega tres meses después de dejar la presidencia ejecutiva de la compañía, pero mantenía el […]
CEO y CIODirigentes Digital
| 23 dic 2019
La crisis desatada en Boeing por los accidentes del 737 MAX se ha cobrado a su primera víctima. El consejero delegado de la aeronáutica estadounidense, Dennis A. Muilenburg, ha presentado la renuncia a su cargo con efecto “inmediato”. La decisión llega tres meses después de dejar la presidencia ejecutiva de la compañía, pero mantenía el cargo de director ejecutivo a pesar de que las acciones del gigante de la aviación no paraban de caer en picado.
“El consejo de administración decidió que era necesario un cambio de liderazgo para restaurar la confianza en el avance de la compañía, a medida que trabaja para reparar las relaciones con los reguladores, los clientes y todas las demás partes interesadas”, han comentado desde Boeing en una nota. Al frente le sucederá el director financiero, Greg Smith, como CEO interino en un “breve período de transición”, que culminará el próximo 13 de enero, cuando el actual presidente, David L. Calhoun, asuma las riendas del grupo. Tiempo necesario para que Calhoun pueda abandonar todos “sus compromisos no relacionados con Boeing”. En esta nueva andadura le acompañará el miembro de la junta Lawrence W. Kellner, que pasará a ser presidente no ejecutivo de la misma con efecto inmediato.
Detrás de esta decisión, el fabricante de aviones busca volver a despegar de una caída libre sin precedentes en la historia compañía, con su buque insignia -737 MAX- como protagonista. El principio del fin de esta crisis reputacional tuvo lugar el pasado mes de marzo, tras estrellarse un aparato de Ethiopian Airlines al poco de despegar del aeropuerto de Adís Abeba con rumbo a Nairobi. El hecho se producía tan solo seis meses después -octubre de 2018- de que un avión de la misma familia adquirido por Lion Air también se estrellara, aunque en este caso, en el mar de Java.
Las reacciones de países como Etiopía, China e Indonesia no se hicieron esperar y suspendieron todos los vuelos que operaban con el modelo 737 MAX como medida cautelar. Así hasta una lista de más de 40 países, entre los que se incluye EE UU. En el momento actual, estos aviones tienen prohibido volar hasta nueva orden por parte de la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés). De hecho, la incertidumbre que se había generado en torno al avión con mayores ventas en todo el mundo de Boeing, les condujo la semana pasada a detener la producción de este modelo. “Creemos que esta decisión es menos perjudicial para mantener el sistema de producción a largo plazo y la salud de la cadena de suministro”, dijo en aquel momento.
Casi un tercio del margen del beneficio operativo de la empresa proviene del citado avión, que ya ha generado unas pérdidas estimadas de 9.000 millones de euros, con un claro y único vencedor: Airbus. Su principal competidor, que reside al otro lado del Atlántico, comenzó el año perdiendo el liderazgo tanto en entregas como pedidos en favor de Boeing, algo que no ocurría desde el año 2012. Un golpe de suerte que se ha visto truncado por esta situación.
“Bajo nuevo liderazgo de la compañía, Boeing operará con un compromiso renovado de total transparencia, incluida una comunicación efectiva y proactiva con la FAA, otros reguladores globales y sus clientes”, han añadido desde la multinacional en un halo de optimismo porque el 737 MAX vuelva a tomar altura.