El proceso de desescalada ha comenzado y, aunque las reuniones de hasta diez personas están permitidas, DIRIGENTES opta por el teléfono. Al otro lado, se encuentra Daniel Lacalle (Madrid,1967), que acaba de publicar Libertad o igualdad. Por qué el desarrollo del capitalismo social es la única solución a los retos del nuevo milenio (Deusto). Con […]
Gestión y LiderazgoDirigentes Digital
| 26 may 2020
El proceso de desescalada ha comenzado y, aunque las reuniones de hasta diez personas están permitidas, DIRIGENTES opta por el teléfono. Al otro lado, se encuentra Daniel Lacalle (Madrid,1967), que acaba de publicar Libertad o igualdad. Por qué el desarrollo del capitalismo social es la única solución a los retos del nuevo milenio (Deusto). Con un tono de voz tranquilo y firmemente convencido de lo que dice, ofrece su visión acerca de las decisiones que el Gobierno ha tomado en estos dos últimos meses y que han dado lugar a un panorama económico totalmente diferente al que los españoles dejaron en marzo.
Bruselas ha dado vía libre para la ‘nacionalización’ temporal de empresas. ¿Cómo valora esta decisión?
Completamente incorrecta para mí. Primero debemos entender que no estamos en un entorno de guerra. La capacidad productiva y de gestión, el tejido empresarial, inversor y de capital, así como el talento están prácticamente intactos. Hay que tener mucho cuidado con la idea de que tiene que aparecer el Estado a rescatar empresas, de las cuales, la inmensa mayoría ya arrastraban problemas de años anteriores. Cualquier ciudadano entiende que, si en la anterior crisis se estaba en contra del rescate a las cajas de ahorros porque fue una transferencia de dinero público a unas entidades ineficientes, deberíamos oponernos a esto ahora. Y menos cuando no es necesario, porque no hay falta de liquidez para recapitalizar a compañías en dificultades si lo hacen bien. Se está usando la excusa de la COVID-19 para rescatar empresas que ya presentaban deficiencias en años anteriores por exceso de capacidad, obsolescencia o baja competitividad.
Está previsto que el Consejo de Ministros apruebe esta semana el Ingreso Mínimo Vital (IMV), decisión que ha generado controversia.
En España ya sabemos lo que ocurre con estas medidas. El Ingreso Mínimo Vital no es ninguna novedad. Se trata de una estrategia demagógica por parte del Gobierno para presentarlo como algo pionero que han propuesto ellos. Lo primero, todas las comunidades autónomas cuentan con rentas mínimas de inserción. Por otro, aprobar este programa cuando no hay margen fiscal, ni ningún tipo de planificación de presupuesto me parece un insulto al contribuyente, a Bruselas y a nuestros socios e inversores. Básicamente porque no hay dinero. El otro problema es que España se va a lanzar a este experimento con el nivel de economía sumergida que tiene. Ponerla en marcha sin ningún tipo de memoria económica ni espacio económico fiscal no es serio.
La economía española ha llegado a esta situación con un elevado endeudamiento. Ante esto, la ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, ha reconocido que supone un “lastre para las generaciones futuras”.
Los ciudadanos saben que la deuda pública extremadamente alta es un problema porque lo que viene detrás son recortes acompañados de un importante aumento de los impuestos. Normalmente vienen juntos. Eso lo sabe todo el mundo. La idea de que 1,2 billones de euros lo van a pagar las personas con mayor renta es de un nivel de infantilismo que asusta. Pero también ocurre que los españoles no entienden cómo se acumula esa cantidad de deuda. Se les dice que no tiene ninguna repercusión, pero lo perciben cuando su salario no crece, la productividad de la economía baja y su posición y su capacidad para ahorrar son cada vez menores. Pese a ello, a diferencia de otras sociedades como las anglosajonas, el ciudadano parece creer que existe la magia y no es así.
En 2017 publicó La gran Trampa, libro en el que alerta de la necesidad de comenzar a subir los tipos de interés. En el caso del Banco Central Europeo (BCE) esto no ha ocurrido. ¿Estamos ante la trampa de las grandes trampas?
El error de no normalizar la política monetaria durante el periodo de bonanza y crecimiento le deja sin suficientes herramientas para enfrentarse a una crisis como la de ahora. Tenemos tipos de interés negativos y una enorme cantidad de liquidez, por lo que su impacto es muy bajo.
Asegura que en España se ha conducido a un “cierre forzoso y mal planteado”. A su juicio, ¿cuál hubiera sido la solución correcta para atajar la propagación del virus?
Si analizamos lo que ha hecho mal España, los grandes errores han sido negar la severidad de la epidemia y hacerlo desde un punto de vista absolutamente político e ideológico. El segundo ha sido la horrorosa decisión del mando único, que ha resultado ser un fracaso estrepitoso, sobre todo, cuando las comunidades autónomas conocen mejor la gestión de los recursos sanitarios. Otro factor ha sido la decisión completamente descoordinada de cerrar la economía como no lo ha hecho ninguna otra en el mundo y no es equiparable a otras zonas que están más cerca de China. Países como Grecia han actuado mucho mejor tanto en el ámbito sanitario como económico.