Aunque 2018 comenzó con buen pie, las perspectivas económicas se han ido enturbiando y el panorama es mucho menos alentador que hace doce meses. Ya lo avisó el Fondo Monetario Internacional (FMI) el pasado mes de octubre: “Se avecina tormentas”. Una frase que se ha traducido en una reducción a la baja de las previsiones […]
NacionalDirigentes Digital
| 02 ene 2019
Aunque 2018 comenzó con buen pie, las perspectivas económicas se han ido enturbiando y el panorama es mucho menos alentador que hace doce meses. Ya lo avisó el Fondo Monetario Internacional (FMI) el pasado mes de octubre: “Se avecina tormentas”. Una frase que se ha traducido en una reducción a la baja de las previsiones de crecimiento tanto para 2018 como para 2019, hasta el 3,7%, dos décimas menos de lo previsto.
Así, tras un 2017 caracterizado por el repunte de la producción industrial y del comercio internacional, a lo largo del pasado ejercicio la confianza empresarial se fue resquebrajando. De hecho, la Organización Mundial del Comercio (OMC) ya ha alertado de que si bien el comercio seguirá creciendo, lo hará de una manera más lenta a la que se había previsto.
“La creciente retórica proteccionista ha agudizado la incertidumbre en torno a la política comercial, y eso lastra las decisiones de inversión en el futuro”, subrayan desde el FMI en alusión a la ‘Guerra comercial’, que señalan como una de las principales razones de esta desaceleración del crecimiento mundial.
Pese a ello, el organismo encabezado por Christine Lagarde ha destacado el curso que ha seguido la economía estadounidense cuya demanda se ha visto impulsada por un recorte de los impuestos y un aumento del gasto. Una situación ante la que su banco central -la Reserva Federal- ha respondido con subidas de tipos. “Las tasas de interés de los bonos estadounidenses a largo plazo no subieron tanto, ya que los inversores perciben riesgos para el crecimiento y valoran la seguridad de los títulos públicos del país”, apuntan.
Una decisión que se tradujo en una apreciación del dólar, generando presiones en los mercados de las economías emergentes más vulnerables y un consecuente aumento de su deuda externa.