España jugó sus cartas con pericia para conseguir que Luis de Guindos se sentara en la silla de vicepresidente del Banco Central Europeo. No obstante, el ex ministro español deberá estar atento ahora a quién será su nuevo superior, dado que la presidencia que ostenta Mario Draghi expira el próximo 31 de octubre, fecha en la que también saldrá el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Junto a ellos también se buscan relevos en las presidencias del Consejo y el Parlamento europeos. En ese sentido, el objetivo es repartir los cargos entre los principales países miembros, para lo que se celebró una primera cumbre informal este martes en Bruselas.
A pesar de la búsqueda de equilibrio entre los distintos países, cabe destacar al BCE como la institución que tiene una mayor capacidad de actuación e influencia en la economía europea. No hay más que observar la evolución de la política monetaria que ha llevado a cabo Mario Draghi desde que se inició su mandato.
En primer lugar, la flexibilidad y la heterodoxia de Draghi en cuanto al precio del dinero que ha dado pie a que el crédito circule con una mayor fluidez y, en consonancia, a una expansión de la economía más rápida, a costa de una menor rentabilidad para los bancos. Se esperaba que este verano los tipos de interés se normalizaran tras años de tipos de interés en mínimos récord, pero el propio banquero italiano sorprendió en marzo diciendo que mantendría los niveles “durante el tiempo que sea necesario”, en concreto, “al menos hasta finales de 2019”, avisó Draghi.
Lo que cabe preguntarse es si un nuevo presidente dará continuidad a la política de Draghi que, por otra parte, ha contribuido a “preservar el euro”, como él mismo prometió en 2012 cuando la moneda única corría peligro a causa de la crisis de deuda soberana de la eurozona. En todo caso, como publica la agencia AFP, “un nuevo presidente podrá iniciar un debate” sobre la posibilidad de revertir o no las medidas puestas en práctica por Draghi, según defiende Paul de Grauwe, profesor en la London School of Economics.
De hecho, de Grauwe explica que Draghi recibió “numerosas críticas”, sobre todo de los países ricos de la eurozona, en particular desde Alemania. De ese modo, está por ver si los socios del sur, empezando por España o Francia, permitirán que el alemán Jens Weidmann se convierta en el presidente del Banco Central Europeo.
El criterio del BCE durante el mandato del italiano ha tomado en cuenta la inflación, lo que, en opinión de Marcel Fratzscher, del instituto económico berlinés DIW es discutible. Como explica la AFP y también Funcas, los perjudicados de esa política han sido los ahorradores, por un lado, y los bancos por otro.
La institución española pone en valor que los tipos de interés actuales provocan que los bancos de la eurozona estén pagando 7.500 millones de euros “en concepto de intereses de la facilidad de depósito”. Llama la atención sobre esa cifra por la carencia de un coste homologable al otro lado del Atlántico. “Las entidades estadounidenses no sólo no pagan, sino que son remuneradas por sus excesos de reservas”, con una cantidad que podría alcanzar los 40.000 millones de dólares.
Es por ello que existe el debate de, si se extendiera la política de Draghi, articular un sistema de tramos que permita a las entidades bancarias mejorar su rentabilidad. En todo caso, esa medida dependería de si el próximo presidente del BCE opta por la normalización de tipos de interés o por la continuidad.
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