Cuando el "Consejo de Paz" de un grupo de militares trató el viernes por la noche de derrocar al presidente Tayyip Erdogan y a su cada vez más autoritario Gobierno, los generales y coroneles parecían estar peleando una guerra del pasado. "Este golpe fue obviamente muy bien planeado, pero usando un manual de la década […]
Dirigentes Digital
| 17 jul 2016
Cuando el "Consejo de Paz" de un grupo de militares trató el viernes por la noche de derrocar al presidente Tayyip Erdogan y a su cada vez más autoritario Gobierno, los generales y coroneles parecían estar peleando una guerra del pasado. "Este golpe fue obviamente muy bien planeado, pero usando un manual de la década de 1970", dijo Gareth Jenkins, un investigador y escritor sobre asuntos militares en Estambul, en declaraciones recogidas por Reuters. Fue más como el de Chile en 1973 o el de Ankara en 1980 que uno en un estado occidental moderno en 2016.
Los rebeldes atacaron el fin de semana cuando el presidente estaba de vacaciones. Tomaron el control del aeropuerto, sellaron el puente sobre el Bósforo en Estambul, enviaron tanques al Parlamento en Ankara, controlaron los principales cruces de caminos y emitieron un comunicado por la televisión estatal declarando el toque de queda y advirtiendo a la gente que debía quedarse en casa. Pero no capturaron a ninguno de los líderes del partido gobernante AK y no cerraron los canales de televisión privados, las señales de móviles o las comunicaciones por las redes sociales, permitiendo que Erdogan y sus colaboradores convocaran rápidamente a la gente a las calles para oponerse al golpe.
Su mayor desventaja, dijo el analista turco Sinan Ulgen del centro de estudios the Carnegie Europe, fue que actuaron fuera de la cadena militar de mando y por tanto carecieron de los recursos para tomar el control de elementos clave del poder. "Su plan era ineficiente porque desde el principio no consiguieron capturar ninguna instalación militar en Turquía y a ningún líder (político)", dijo Ulgen, un exdiplomático turco.
Comunicaciones modernas
Erdogan, a quien frecuentemente se le acusa de interferir con las redes sociales, la prensa y la televisión, usó las comunicaciones modernas ágilmente para llevar su mensaje a una población de casi 80 millones, burlando el cerco de los rebeldes. Usó la función de vídeo FaceTime para conectar con el teléfono de una periodista y transmitir su mensaje en directo a través de CNN Turk, una red privada de televisión que los conspiradores trataron de silenciar sin éxito. "Reunámonos como una nación en las plazas", dijo. "Creo que vamos a acabar con esta ocupación en poco tiempo. Pido a nuestra gente que salga a la arena y ofrezca la respuesta que se necesita", agregó.
El presidente dijo que los rebeldes trataron de bombardear su hotel en la localidad turística de Marmaris, en el sudoeste del país. Hubo también un intercambio de disparos entre soldados y la policía progubernamental una vez que se fue. Sólo 20 minutos después de la emisión de los conspiradores, el primer ministro, Binali Yildirim, recurrió a Twitter para denunciar el golpe y asegurar que el alto mando de las Fuerzas Armadas no apoyaba la revuelta.
Los gobernantes turcos siguieron una larga tradición de revolucionarios que usaron nuevas técnicas de comunicación para burlar a sus enemigos, desde Martín Lutero que se valió de la imprenta para propagar sus denuncias contra la Iglesia Católica en 1517 hasta el ayatolá Ruhollah Jomeini que con cassettes que se regrababan llevó su mensaje por Irán para derrotar al Sah en 1979.
Las redes sociales han hecho más difícil que los Gobiernos escondan las noticias y las críticas. En Turquía, el viernes, los colaboradores de Erdogan pudieron enviar mensajes fuera de Turquía y a la prensa internacional para informar que el presidente, que gobierna desde 2003, estaba a salvo y libre, pese a que los soldados rebeldes habían ocupado la cadena de televisión TRT.
Su predecesor, Abdullah Gul, también uso FaceTime para mostrarse desafiante frente a los conspiradores en CNN Turk, y el exprimer ministro Ahmet Davutoglu habló por teléfono móvil con la televisión Al Jazeera para calificar el intento de golpe de fracaso.
Lo ocurrido contrasta con el intento fallido de golpe de los comunistas de línea dura contra el presidente soviético Mijaíl Gorbachov, quien sólo pudo escuchar la BBC en su lugar de vacaciones en Crimea, impotente frente a los acontecimientos en Moscú. Los conspiradores soviéticos tuvieron el control durante tres días antes de que el líder ruso Boris Yeltsin encabezara una oposición pública al golpe en las calles de Moscú, explica Reuters.
Los acontecimientos en Turquía recuerdan al intento de golpe de Estado contra la joven democracia española en 1981, en que militares rebeldes asaltaron el Congreso de los Diputados pero no consiguieron un apoyo militar amplio, después de que el rey Juan Carlos apareció en televisión defendiendo el orden constitucional.
Como en el fallido golpe soviético, los líderes del alzamiento en Turquía dependieron de soldados sin instrucción a los que no se les dijo la verdad sobre su misión o no esperaban una resistencia popular, por lo que se rindieron o dispersaron rápidamente. Los tres principales líderes de los partidos de oposición condenaron rápidamente las acciones rebeldes y las redes sociales amplificaron sus llamamientos a manifestarse. Los líderes religiosos leales al presidente usaron también por primera vez una red de mezquitas con altavoces para pedir a los turcos que salieran a las calles.
El ex jefe de la Fuerza Aérea de Turquía Akin Öztürk ha confesado que "actuó con la intención de organizar un golpe de Estado", según ha informado la agencia de noticias oficial, Anatolia.