Como explica José Luis Ruiz de Munain, director general de SpainNAB, la inversión de impacto está creciendo de forma imparable y los inversores encuentran en ella un retorno económico, además de la creación de valor social, aunque, el director de SpainNAB manifiesta también que todavía se enfrenta a ciertos retos. ¿Qué evolución ha experimentado la […]
Dirigentes Digital
| 23 nov 2023
Como explica José Luis Ruiz de Munain, director general de SpainNAB, la inversión de impacto está creciendo de forma imparable y los inversores encuentran en ella un retorno económico, además de la creación de valor social, aunque, el director de SpainNAB manifiesta también que todavía se enfrenta a ciertos retos.
La inversión de impacto continúa con un desarrollo y evolución imparable en España. Es cierto que nuestro país todavía no llega a niveles de otros países como Reino Unido, Portugal o Francia, pero cada vez hay más gestoras e inversores que ven en la inversión de impacto una forma más para incluir en sus estrategias.
Los últimos datos que manejamos son los del cierre de 2021 de nuestro estudio 'La inversión de Impacto en España', con un total de 2.399 millones de euros y un incremento del 12% respecto al año anterior. Actualmente, estamos terminando de cerrar las cifras de 2022 y podemos decir que el crecimiento será también evidente. Sobre todo, la inversión procedente del capital privado, que en 2021 alcanzó los 436 millones de euros, y que esperamos que crezca notablemente. Las cifras las presentaremos durante el GSG Global Impact Summit, la cumbre de inversión de impacto mundial, que tendrá lugar en Málaga los días 02 y 03 de octubre.
Estamos en un período de crecimiento constante, como he señalado, pero todavía es necesaria una mayor implicación por parte de todos los agentes. Desde SpainNAB venimos defendiendo que la colaboración público-privada es clave. Es decir, la implicación de los poderes públicos es un elemento necesario para propiciar el crecimiento a escala del ecosistema de la inversión de impacto en un país. Y esto lo hemos visto en otros países con un desarrollo más avanzado en inversión de impacto.
España puede tomar aquellos ejemplos en los que existe ese apoyo y colaboración y trasladarlo. En esto venimos trabajando con nuestro Task Force de Administraciones Públicas, un grupo de trabajo creado y liderado por SpainNAB, un gran hito porque hasta ahora no se había formado un grupo de trabajo a largo plazo con un elevado número de participantes de instituciones tan heterogéneas. Esto que defendemos no es una utopía y tenemos un ejemplo muy reciente, con el anuncio del Fondo de Impacto Social (FIS) de 400M€ gestionado por COFIDES. Se trata de un avance esencial para la inversión de impacto y una oportunidad para que España se posicione como un referente europeo, donde ya existen experiencias de éxito en países como Reino Unido o Portugal. Por eso, desde SpainNAB celebramos este hito, pero también hacemos un llamamiento a todos los partidos políticos para que la inversión de impacto se convierta en una Política de Estado y que el FIS sirva como palanca para la atracción de capital privado y la consolidación de la inversión de impacto en España.
Por otro lado, hay que seguir creando consenso en torno a la inversión de impacto. SpainNAB ha trabajado en esta línea en su Task Force de Fondos, con más de 35 representantes del sector financiero, para encontrar una definición de consenso que permita su diferenciación de otros tipos de inversión – particularmente de la inversión sostenible- con el objetivo de promover su crecimiento a escala y evitar situaciones de impact washing.
Por último, destacamos como gran reto la necesidad de seguir avanzando en esa línea, de innovar en el desarrollo de diversos instrumentos financieros para maximizar el impacto social.
Por ejemplo, avanzar en estructuras que combinen diferentes fuentes de financiación -financiación combinada o blended finance- que permitan catalizar un mayor volumen de fondos hacia el impacto. Estas estructuras, pueden basarse en fondos de inversión, plataformas de crowdfunding, banca ética o cualquier otro tipo de agente. Como decía, son estructuras que ya se han desarrollado en otros países y se ha validado su éxito.
Vemos que los fondos de impacto son clave en ese crecimiento de la inversión de impacto y que están apareciendo muchos nuevos vehículos que apuestan por esta fórmula que combina la rentabilidad-riesgo-impacto, lo que demuestra y pone de manifiesto que la creación de valor social no es incompatible con la obtención de retornos económicos.
Y, por supuesto, también hay un gran avance y crecimiento de todos los vehículos de blended finance, para atraer fondos públicos y privados con el objetivo de catalizar la inversión de impacto. Hay ya muchos países, como Inglaterra, Francia, Japón o Portugal, que han impulsado instrumentos financieros innovadores a través de la colaboración público-privada. En
España se está avanzando en ello y la Cumbre que menciono antes, el GSG Summit, permitirá conocer más a fondo estas iniciativas y utilizarlas como referencia para avanzar en nuestro país. También en la Cumbre del GSG, podremos conocer el detalle de las principales tendencias en la inversión de impacto en España gracias a la publicación de nuestro estudio de la oferta con datos a cierre de 2022.
El Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR) ha intentado aportar claridad mediante una clasificación de tipos de productos financieros en función de su grado de compromiso con la sostenibilidad. Sin embargo, la inversión de impacto no aparece de forma expresa, sino que el Reglamento se limita a diferenciar entre los productos que integran los riesgos de sostenibilidad (art. 6), los que promueven características medioambientales o sociales (art. 8) y los que conllevan inversiones sostenibles (art. 9), entendidas estas como inversiones en actividades económicas que contribuyen a un objetivo social o medioambiental, “siempre y cuando las inversiones no perjudiquen significativamente a ninguno de dichos objetivos y las empresas beneficiarias sigan prácticas de buena gobernanza”. Con arreglo a esta definición, la inversión de impacto debe quedar clasificada dentro del art. 9, pero un producto del art. 9 no necesariamente debe considerarse una inversión de impacto.
La taxonomía y la SFDR son una buena noticia para la inversión sostenible en su conjunto, pero, como ya hemos avanzado, no recoge de forma expresa la inversión de impacto y, por ende, no la promueve de forma específica ni tiene en cuenta sus ventajas e inconvenientes a la hora de cumplir con estas normativas. De modo que lo consideramos positivo, pero en lo absoluto suficiente para los intereses que promovemos desde SpainNAB.
En cualquier caso, tenemos grandes esperanzas ya que la Comisión Europea trabaja en evaluar la implementación de SFDR, avanzar con la Taxonomía, y reevaluar las funciones y el alcance de la norma. De este modo, desde SpainNAB, y también en colaboración con otros actores europeos del ecosistema de impacto, trabajaremos en los próximos años con mucho foco en impulsar modificaciones que realmente promuevan la movilización de capital a escala hacia soluciones de mercado relevantes y adicionales a los retos sociales y medioambientales desatendidos.