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El Teatro Real: ejemplo de gestión en tiempos de Covid-19

Cuando el pasado 1 de julio, el Teatro Real levantaba de nuevo el telón tras el cierre provocado por la pandemia se convirtió en el primer teatro europeo en volver a ofrecer ópera. Y mientras muchas óperas siguen cerradas, el Teatro Real demuestra una resistencia extraordinaria. No solamente es referencia mundial con su modelo de […]

Dirigentes Digital

16 nov 2020

Cuando el pasado 1 de julio, el Teatro Real levantaba de nuevo el telón tras el cierre provocado por la pandemia se convirtió en el primer teatro europeo en volver a ofrecer ópera. Y mientras muchas óperas siguen cerradas, el Teatro Real demuestra una resistencia extraordinaria. No solamente es referencia mundial con su modelo de gestión privada a través de una Fundación financiada sobre todo por sponsors empresariales, sino también por como posiciona a la capital española como referencia europea a nivel cultural. Solamente el hecho de que su presidente, Gregorio Marañón, haya decidido junto con el director general y artístico, Ignacio García-Belenguer y Joan Matabosch, dejar la ópera abierta a pesar de las infecciones en alza en los últimos meses y ofrecer una programación a todos los públicos en modus operandi seguro, merece un gran aplauso según la prensa internacional.

La ópera madrileña está entre las 4 grandes de Europa y pertenece a la asociación de teatros de ópera latinoamericanos. Además, tiene “embajadores” en Canadá, México, Colombia, Francia, Italia, Alemania, Bélgica, en Rusia, China y Arabia Saudita a través de los cuales se traen espectadores y empresas sponsors a Madrid. En 2017 han vendido entradas por 25,5 millones de euros y por primera vez la aportación del sector privado era más alta que la pública. Pero el índice más importante de su éxito es la ocupación que es de un 96%. Ahora con aforo limitado hay largas listas de espera y muchos interesados se quedan fuera. El hecho de que el coro, el ballet y la orquesta fueran privatizados por el desastre financiero de los últimos años ha provocado que los actores después de algunas quejas por parte de los sindicatos estén ahora mejor económicamente porque cuando no están trabajando en el Teatro Real tienen la opción de hacer sus propias actuaciones y rodar.

La presión mediática y económica es enorme

Con la puesta en marcha de un conjunto de medidas de austeridad por parte del abogado y experto en política pública García-Belenguer, consiguiendo al mismo tiempo un incremento de los ingresos propios han logrado que el Teatro Real se independice más de la política. Junto con Marañón, que ha ejercido como director de banca y consejero delegado de varias empresas punteras han bajado la aportación del estado del 70% antes de la crisis de 2008 a un 30% actual. Así, en este año tan especial los artistas del Teatro Real han sido también solidarios sabiendo que no hay tanto “colchón” financiero. En julio, por ejemplo, se doblaron las funciones de “La Traviata” para llegar con el aforo limitado a los mismos ingresos sin que los cantantes cobraran más. Y ahora en la vuelta de «Rusalka» al Teatro Real después de casi un siglo de ausencia, el equipo ha demostrado otra vez que la ópera madrileña ya es para muchos artistas de la ópera como una familia. Uno de los protagonistas se había lesionado en los ensayos, le tenían que operar unos días antes del estreno, y aun así el cantante americano que se había aprendido el papel desde hacía ya un año actuaba con muletas y bajo dolores en la escena para no perderse este momento.

El Teatro Real es sin duda la joya de la vida cultural de España – en 2020 más que nunca. Así también los focos de las cámaras y la presión mediática se sienten cada vez más. Cuando al principio de la temporada había un escándalo con algunos abonados en “Un baile de máscaras de Giuseppe Verdi” se quejaban de que la distancia entre espectadores era insuficiente comparada con la que había entre los abonos de categorías más caras. Las protestas obligaron a la dirección suspender la función y la reacción de la prensa fue inmediata. El Teatro Real tenía que reforzar su equipo administrativo para evitar estos escándalos. Ahora hay un equipo de una decena de personas que no hacen otra cosa que llamar durante el día a todos los abonados para preguntarles dónde quieren sentarse para evitar quejas durante el espectáculo.

Una empresa cultural más o menos rentable pero prestigiosa

Obras casi eróticas como la de Dvorák, estrenada en Madrid en 1924, son en tiempos de pandemia y distanciamiento social más que una ópera. “Para mí, es una salida de una crisis psicológica y social que vivimos aparte de la sanitaria”, dice el joven estudiante Álvaro Bernat que ha ido al ensayo general con mucha emoción. Dice que le motiva sentir el esfuerzo de todos. El día después del ensayo general la responsable de prensa explicó todos los procesos detrás del escenario, los reglas de distanciamiento e higiene, muy estrictas para el equipo, fuera del escenario. Los cantantes sometidos a pruebas Covid-19 cada dos días han hecho peripecias para venir. El coro ya no está en el escenario para reducir la posibilidad de infección. Desde viajar en coche o hacer vuelos con dos o tres conexiones hasta quedarse confinados en sus hoteles. Hace poco el Teatro Real tuvo que cancelar el estreno del ballet “El nacimiento del rey sol” debido a la situación sanitaria que dificultaba el traslado de los artistas franceses a Madrid. Desde fuera, desde la butaca no se ve lo que pasa más allá del escenario, detrás y en las plantas profundas bajo la sala. Hay sastres, vestuario, ensayos durante el día, talleres de fabricación, maquillaje, peluquería y mucha limpieza.

Los sobrecostes y la reducción de los ingresos hacen que el Teatro Real acumule deuda este año, pero aun así no ha pedido un ERTE hasta ahora. Los más o menos 300 empleados reciben su salario como siempre pero prometen compensar las horas no trabajadas con horas extra en un futuro, lo que no es difícil en la situación actual con varios equipos en cada obra si hay rebrotes, procedimientos de emergencia y muchos fines de semanas extras. Ya en un día normal sin Covid-19 son muchas las personas implicadas en un espectáculo y “ahora se doblan todos los esfuerzos”, dice Gracia Ramos, que trabaja desde dos décadas en el Teatro Real como responsable de prensa extranjera. Aunque el Teatro Real hace muchos esfuerzos y es muy innovador en la gestión, una ópera, un museo o un teatro no pueden funcionar según estándares de una empresa normal, porque si fuera así las entradas serían tan caras que solamente la élite social podría disfrutar de la cultura.

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