Marisol Encinas es una mujer soriana que no quiere irse de su tierra para encontrar estabilidad laboral en la metrópolis. Ella quiere aprovechar sus posibilidades justo donde ha nacido: un paisaje verde lleno de campos, bosques y maravillas medievales. Aquí el servicio a domicilio no es nada tecnológico, ni innovador, sino de toda la vida, […]
Dirigentes Digital
| 26 may 2022
Marisol Encinas es una mujer soriana que no quiere irse de su tierra para encontrar estabilidad laboral en la metrópolis. Ella quiere aprovechar sus posibilidades justo donde ha nacido: un paisaje verde lleno de campos, bosques y maravillas medievales. Aquí el servicio a domicilio no es nada tecnológico, ni innovador, sino de toda la vida, porque ni el Gobierno regional ni las empresas pueden mantener en pueblos de tan pocos habitantes que están muy lejos uno del otro una infraestructura de servicios básicos como colegios o centros de salud.
Quién tiene un problema grave tiene que ir a los hospitales de Soria capital. Pan, bebidas, bancos y supermercados se acercan en furgoneta con trato personal al hogar. Para alguien de la ciudad, la vida entre colinas verdes y ladrillos bonitos parece idilio, pero los muchos carteles “se vende” en la provincia demuestran que difícil sobrevivir en Soria.
La provincia que últimamente está conocida por los gritos de ayuda de partidos como “Soria ya”, lucha para que, sobre todo, los propios españoles no olviden a sus maravillas turísticas como Berlanga de Duero o Deza. No solamente se lucharon batallas importantes como en Numancia sino es una de las tierras más importantes en el mundo de la trufa negra y otras setas ricas.
Actualmente, por desgracias, la provincia es sobre todo conocida por sus polémicos proyectos de macrogranjas y la despoblación, pero tan poco por sus enormes riquezas históricas. Hay pueblos donde ya no nacen niños desde años, porque los jóvenes prefieren estar en Madrid, Valencia o Barcelona.
Así, juntos con muchos otros actores del mundo empresarial y turístico de la zona la historiadora Encinas y los restaurantes, tiendas, museos y instituciones participantes han tomado un enorme riesgo de ofrecer una ruta en memoria de la herencia sefardí en la provincia. Aunque Soria después de Toledo ha sido una de los asentamientos judíos más importantes, casi todos sus rasgos se han destruidos en la inquisición.
“Pero ya antes la vida entre las tres culturas no siempre era tan pacífica como la narrativa quiere hacernos creer. Había reglas muy claras impuestas de separación y por ello funcionaba más o menos,” dice Encinas, que es orgullosa que hoy la integración es la receta de éxito para salvar los muchos pueblos que están como Atauta a punto de extinguir.
Si no fuera por iniciativas turísticas organizadas como las de Encinas nadie vendría a Atauta, donde viven ahora no más que alrededor de 60 habitantes. Sin embargo, hay unas bodegas de vino bajo tierra que son de gran interés turístico y de buena calidad.
Pero Encinas sabe que turismo solo no puede salvar la provincia, después de que un centro importante de datos de la Seguridad Social se ha mudado a la provincia faltan más proyectos que crean empleo sostenible. “Pero hay que elegir muy bien estos proyectos para que estén en harmonía con el turismo y la agricultura diversa y orgánica que tenemos aquí,” dice Cristina Martínez que organiza talleres y escapadas en el bosque de acebo (El Acebarillo) en Torrearévalo.
La provincia de Soria es un buen ejemplo de lo difícil que es el cambio estructural en la economía española y sobre todo en la agricultura. Aquí, a dos horas de Madrid, en Noviercas, una empresa de Navarra quiere construir una fábrica de ordeño con 25.000 vacas.
El proyecto de Valle de Odieta ha sido tema de debate durante meses. Si el ministerio de medio ambiente en Madrid lo aprueba sería el más grande de su tipo en Europa. “Los muchos pequeños ganaderos de la provincia de Soria están en contra del proyecto porque ya estamos teniendo problemas económicos los que estamos en el sector de la leche”, explica Martínez. Encinas opina los mismo. Sus padres trabajan en una empresa de frutales y todos viven la polémica sobre las macrogranjas que según ella también tienen proyectos planificados muy cerca de monumentos históricos: “No podemos permitir esto.”