Es innegable que las nuevas tecnologías están permitiendo una disminución de los costes de transacción inimaginable hasta hace unos pocos años. Ya en 1937, Coase, en su estudio titulado The Nature of the Form, estableció que los costes de transacción son la principal razón por la que las empresas prefieren realizar el trabajo por sí […]
Dirigentes Digital
| 15 jun 2016
Es innegable que las nuevas tecnologías están permitiendo una disminución de los costes de transacción inimaginable hasta hace unos pocos años. Ya en 1937, Coase, en su estudio titulado The Nature of the Form, estableció que los costes de transacción son la principal razón por la que las empresas prefieren realizar el trabajo por sí mismas, dentro de una organización preparada para prestar servicios al mercado. En los siglos anteriores, las empresas eran conscientes de que realizar el trabajo mediante personal independiente a la empresa era caro. La información viajaba lentamente y se perdía gran parte de la productividad controlando a posteriori la calidad del trabajo realizado. Por ello, las empresas siempre han preferido contar con personal propio -dependiente o subordinado- que realizara el trabajo; personal formado por la empresa que asegure la calidad del producto o la prestación del servicio ofrecido por la compañía; personal sujeto a controles de entrada -entrevista de trabajo y procesos de selección-; controles de calidad del trabajo -supervisión por mandos intermedios-; control de salida – poder disciplinario-. Ahora bien, todo esto cambia cuando las nuevas tecnologías reducen los costes de transacción a niveles casi nulos.
De esta forma, con la reducción de los costes de transacción, la empresa no tiene ningún incentivo para poseer grandes estructuras organizativas. En efecto, cualquier observador de la realidad puede percatarse que la descentralización está aumentando, creándose redes de producción dispersas. Con la reducción de los costes de transacción, la especialización de la empresa pasa a ser el principal objetivo. Lo importante para una empresa ya no es la capacidad de ofrecer varios servicios que comparten sinergias entre sí, sino que lo relevante será la especialización en un sector o producto, descentralizando el resto. No obstante, conforme mejoran las tecnologías y los costes de transacción se reducen aún más, se está empezando a observar, en algunos sectores, que la descentralización no es suficiente. Por el contrario, las empresas están dando paso a una balcanización del mercado, donde ciertas empresas no contratan trabajadores -excepto los más imprescindibles-, sino que su modelo de negocio consiste simplemente en poner en contacto el demandante del servicio con el proveedor del este. La novedad proviene en que el proveedor del servicio no será una empresa, como lo hubiera sido hasta ahora, sino que directamente será la persona individual que prestará el servicio -un autónomo independiente o una persona particular-. La descentralización, pues, se lleva a su extremo: a la atomización del mercado.
Con ello, un nuevo modelo de negocio aparece, llamado economía colaborativa, donde cualquiera puede convertirse en un pequeño emprendedor para obtener cierto rendimiento a sus bienes infrautilizados o a su tiempo libre. De esta manera, se produce una relación triangular entre el consumidor del bien o servicio, el oferente del bien o servicio y la plataforma virtual que obtiene sus rendimientos mediante el control absoluto de la intermediación en el marcado.
Para ver más sobre economía colaborativa y las características completas de este nuevo modelo de negocio podéis descargar el informe completo aquí.
Adrián Todolí, doctor en Derecho. Abogado. Economista. Profesor investigador en Derecho del Trabajo. Universitat de les Illes Balears.