La industria alemana sufre. En marzo, recolectó un 15,6 % menos de pedidos que en el mes anterior, como anunció el Ministerio Federal de Economía – el descenso más pronunciado desde que comenzaron las estadísticas en 1991. Así no sorprende que Deutsche Bahn reciba hasta 10.000 millones de euros de créditos públicos, TUI 1.800 millones […]
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| 12 may 2020
La industria alemana sufre. En marzo, recolectó un 15,6 % menos de pedidos que en el mes anterior, como anunció el Ministerio Federal de Economía – el descenso más pronunciado desde que comenzaron las estadísticas en 1991. Así no sorprende que Deutsche Bahn reciba hasta 10.000 millones de euros de créditos públicos, TUI 1.800 millones de euros, Sixt 1.500 millones de euros, Puma 900 millones de euros, ThyssenKrupp 1.000 millones de euros y Lufthansa alrededor de 9.000 millones de euros. Todo viene del brazo ejecutivo del Estado en temas de créditos: la poderosa, pero muy discreta Kreditanstalt für Wiederaufbau (KfW). A pesar de algunas críticas de economistas, el Ministro Federal de Economía, Peter Altmaier, defiende las ayudas. Según él, es importante a corto plazo salvar empresas, aunque hace meses se apoyaba en el déficit 0 y no quería aumentar sustancialmente sus inversiones ni acordar un programa coyuntural para una economía ya en crisis. Ahora su canciller Angela Merkel parece la salvadora y más “Mutti” (mamá) – así la llaman muchos – que nunca, olvidando que hasta hace poco todo el mundo la quería echar.
Alemania es más solvente que sus vecinos, por ello ha podido lanzar un programa de 750.000 millones de euros para rescatar pequeñas y medianas empresas, mientras España tiene que apoyarse en las ayudas europeas. Pero el economista Juergen B. Donges cree que hay un límite para financiar empresas alemanas en esta crisis del Covid-19: “El comportamiento de Adidas y otras grandes empresas como H&M y Deichmann de congelar alquileres para luego, además, solicitar créditos del estado no es aceptable”. Queda un sabor amargo también en el caso de ThyssenKrupp que lucha desde dos años con sus deudas y aprovecha la nueva generosidad del Estado alemán.
Este, por su parte, espera que Bruselas no detenga sus actividades dentro del caos generalizado por la pandemia y con la intención de fortalecer Europa en el mundo y no poner en peligro al euro: “El Gobierno alemán ha vuelto a demostrar que es mucho más pragmático de lo que la gente piensa. Cuando tienen que ser Keynesianos, lo son, sin tapujos”, dice Miguel Otero, analista del Real Instituto Elcano. Además, Alemania está en una posición muy difícil porque sus grupos industriales tienen sucursales en muchos países y así provocan efectos dominó. En el caso de Lufthansa son sus dependencias AUA en Austria y Swiss en Suiza que ahora luchan por su supervivencia. Si la matriz tiene problemas financieros se traslada un problema a sus delegaciones en otros países que quizás iban bien como era el caso de la línea aérea alemana Condor que ha sufrido la bancarrota de Thomas Cook. Recibe ahora por segunda vez el apoyo del Gobierno alemán.
Ryanair tiene razón quejándose de esta política que daña la libre competencia. “Si al final los países que tienen más recursos y músculo fiscal pueden rescatar y fortalecer a sus empresas se crea una competencia desleal en el mercado único”, advierte Otero, también pensando en España. Romà Andreu de la escuela de negocio EAE, advierte además que Lufthansa ya estaba endeudada antes: “A diferencia de Ryanair, por ejemplo, no tiene capacidad para manejar esta situación”. De todos modos, Otero cree que “la política industrial en Europa o es europea o tiene que ser parecida en todos los países, si no, no hay “fair play”. En este sentido Andreu cree que al final Bruselas tendrá más comprensión, porque no solamente es Alemania, sino son también Italia y Francia quienes están financiando sus líneas aéreas: “Además, viendo lo que está haciendo EEUU casi no hay otra opción que permitir este rescate a todo un sector”. Pero, aun así, el jefe de la supervisión de la competencia alemana (Bundeskartellamt), Andreas Mundt, espera una gran ola de fusiones y compras en Alemania, otros esperan también miles de insolvencias. Mundt teme que estos tiempos requieren de una especial sensibilidad: “Va a ver casos muy difíciles”, dice en una entrevista con “Süddeutsche Zeitung”. Pero Mundt ha dejado claro que él será políticamente independiente y seguirá la ley de competencia punto por punto. También teme conflictos con fondos y empresas chinos que quieren entrar en el mercado alemán. El gobierno ha restringido hace poco la entrada extranjera en industrias estratégicas.
Donges advierte que la ayuda estatal dirigida a empresas/industrias necesitadas siempre supone discriminación ante todos los demás. Desde su perspectiva, la ayuda estatal selectiva es injusta y él critica que ahora se discuten ayudas a la industria del automóvil que ya por el cambio climático está en fase de reorganización: “Es completamente absurdo estimular la demanda de automóviles con primas de compra”. La pregunta que se hacen muchos economistas ahora es: ¿qué tiene nuestra economía todavía de capitalismo si cada bancarrota se evita por los peligros sistémicos? Sobre todo, cuando empresas como Adidas, que son globales y quizás más presentes en EEUU y Asia que en Europa, piden ayudas al Estado? La marca deportiva ha recibido 2.400 millones de euros de la KfW. “Hay que preguntarse como algunas empresas gestionan su dinero”, critica Andreu.
El administrador alemán de insolvencias Lucas Flöther dice en una entrevista con un periódico alemán que quizás deberíamos a volver a algo que normalmente funciona mejor que más créditos: “El problema básico a menudo solo se pospone para el futuro”, según el abogado. A largo plazo, la crisis está abriendo profundos agujeros en las finanzas de estas compañías, teme Flöther: “Esto convertirá a estas empresas en candidatos a la reorganización clásicos que deberían pensar en los procedimientos de protección y otras herramientas de reestructuración reales”. Él cree que no es bueno que se aprovechen de los programas de préstamos ahora y dejen sus últimos activos a los bancos, y luego se den cuenta en seis meses de que están atascados, generalmente será demasiado tarde para un procedimiento de protección. De todos modos el analista del Real Instituto Elcano, Otero está un poco sorprendido del caso alemán: “Si necesitan inyectar enormes cantidades de dinero público a sus industrias y empresas estratégicas, pues lo hacen tanto o más que sus vecinos franceses, a los que suelen tachar de intervencionistas. “