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Autoconocimiento y empatía como base de una comunicación eficaz

“Si quieres entender a una persona no escuches sus palabras, observa su comportamiento”. Bajo esta afirmación de Albert Einstein, Natalia Gironella y Sofía de la Maza basan una de las tesis de su libro Anatomía de la comunicación, el secreto está en el temperamento, al entender que el comportamiento de una persona “informa, con mayor […]

Gestión y Liderazgo

Dirigentes Digital

08 nov 2021

“Si quieres entender a una persona no escuches sus palabras, observa su comportamiento”. Bajo esta afirmación de Albert Einstein, Natalia Gironella y Sofía de la Maza basan una de las tesis de su libro Anatomía de la comunicación, el secreto está en el temperamento, al entender que el comportamiento de una persona “informa, con mayor precisión que sus palabras, sobre su forma de entender el mundo, de relacionarse con los demás, sus motivaciones y sus miedos”. 

En definitiva, a través de sus páginas tratan de “ayudar a las personas a conocerse a sí mismas y a los demás, analizando su comportamiento en diferentes escenarios y situaciones”. En el mundo de la empresa esto no es un tema baladí. Para las autoras, el autoconocimiento de nuestro estilo de comportamiento y la empatía, vinculada al conocimiento del estilo de los demás, representan dos elementos esenciales con los que lograr una comunicación eficaz que hará aumentar la productividad de las organizaciones.

Siguiendo la estructura del libro, Gironella y de la Maza también abordan, a lo largo de la lectura, las diferentes ideas existentes en torno a cómo influyen en la manera de actuar de las personas tanto las predisposiciones genéticas como el ambiente. Por ello, comentan que el debate naturaleza o crianza permanece abierto desde los tiempos de la Antigua Grecia. Mientras que algunos como Platón, Descartes o Spinoza sostienen que el comportamiento es resultado de la evolución, para otros como Aristóteles, Hume o Locke, la mayoría son fruto de la experiencia.

Unido a estas teorías, las diferentes ramas de la psicología también se han enfrentado en esta discusión. “La psicobiología pone el énfasis en la genética y la biología para explicar el funcionamiento de nuestro cerebro y, por tanto, de nuestro comportamiento, mientras que las corrientes cognitivo-conductuales se centran en cómo el ambiente puede modular o modificar nuestra conducta”, explican. 

Por su parte, las autoras indican que, en su opinión, los genes “predisponen nuestro comportamiento, pero no lo determinan”. Una creencia que las animó a escribir este manual al entender que es posible modular y cambiar dicho comportamiento para ser más eficaces en la comunicación. No obstante, también señalan que no creen que se pueda hablar de una comunicación eficaz en vacío, sino que esta será eficaz siempre y cuando se adapte a las necesidades de cada contexto. 

Natalia Gironella y Sofía de la Maza, autoras de ‘Anatomía de la comunicación, el secreto está en el temperamento’

De este modo, las herramientas que pueden contribuir a alcanzar este fin son la toma de conciencia de nuestro estilo de comunicación y del impacto que este tiene sobre las personas con las que nos relacionamos; la adaptación de nuestro propio estilo según las necesidades de cada situación y el conocimiento del estilo de los otros para saber cómo podemos acercarnos y adaptarnos al de los demás.

En este contexto, a la hora de analizar la comunicación entre dos personas, los temperamentos cobran una relevancia especial. Por ello, las autoras han recogido en su libro los rasgos que definen a todos los individuos, divididos en cuatro temperamentos, y entendiendo que cada uno de nosotros somos una mezcla, en menor o mayor medida, de estos cuatro ingredientes. Así, para alcanzar el éxito, destacan que lo verdaderamente importante es que “traigamos” a cada uno de ellos en el momento oportuno y lo pongamos por delante de aquel o aquellos temperamentos “que tenemos más enraizados”.

Esta práctica funciona de la misma manera en el entorno laboral, ya que los beneficios de conocer el estilo de comunicación de nuestros compañeros, jefes o subordinados son “enormes”. Entre ellos destacan la posibilidad de que las conversaciones sean más “fluidas, productivas y satisfactorias”, gracias a que cuando conocemos “los puntos fuertes y áreas de mejora, cada uno sabe qué puede esperar de los demás y qué se espera de sí mismo”. 

Para ponerlo en práctica, proponen mejorar las habilidades comunicativas de los dirigentes a través del trabajo de sus competencias emocionales, divididas entre las intrapersonales, como el autoconocimiento, el autocontrol, la autorregulación y la automotivación, o interpersonales, como la empatía y las habilidades sociales. La mezcla de todas ellas implica “conocerse a uno mismo, saber controlar nuestras propias emociones y comprender las de los demás, entender qué nos motiva y gestionar las relaciones con los demás”. 

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