Las medidas de Donald Trump ante las importaciones extranjeras, en especial las chinas, ya están teniendo sus frutos. Sin embargo, el presidente estadounidense no calculó que imposiciones como los aranceles al acero y al aluminio podían perjudicar más que favorecer a la economía de su país.
El contexto no es halagüeño. Mientras que la demanda de acero creció un 5% en 2017, en 2018 se elevará un 1,8%, y un 0,7% en 2019. En consonancia con el resto de variables macroeconómicas, la demanda de acero se desacelera, según el último informe realizado por Crédito y Caución.
Existen varias cuestiones que influyen en esa desaceleración, además de la guerra comercial. En primer lugar, la capacidad para fabricar acero “sigue siendo un problema importante”, además de que no existe una necesidad tan elevada de este material como la que había antes del comienzo de la crisis de 2008. Para enfrentar esa cuestión, China ya ha tomado medidas entre 2016 y 2017. En esos años ha reducido su producción en 120 millones de toneladas de acero.
De todos modos, hay conflictos sin resolver que están produciendo incertidumbre en el sector. A la mencionada guerra comercial se unen la desaceleración de la economía china, el Brexit o las salidas de capital de los mercados emergentes. Si se hicieran realidad, “podrían provocar inmediatamente una caída importante en la demanda de acero”, explican en el informe.
Son razones como para que los productores quieran reorientar la dirección de sus fábricas. Es el caso de China, Rusia, Turquía y Corea del Sur, que comienzan a centrarse en otros países a la hora de exportar. Por su parte, la Unión Europea trata de protegerse ante la escalada de tensión comercial, en un momento en el que los precios serán los primeros afectados de forma colateral.
En todo caso, no es tanto el impacto directo de los aranceles sobre las mercancías extranjeras como la incertidumbre lo que ralentiza el comercio. Es decir, el hecho de que las empresas no se decidan a esperar o a retirar la apuesta por el mercado estadounidense ya está teniendo efectos sobre las importaciones.
Las principales afectadas son las industrias de la automoción, construcción o de bienes de consumo duraderos. Estos sectores deben tomar una decisión difícil, ante una necesidad de acero en su producción. O bien asumen el aumento de los costes de importación en sus márgenes de beneficios, o los trasladan a los consumidores finales, lo que podría perjudicar a la demanda.
En el caso de España, se espera que la demanda siga siendo sólida, por la buena marcha del sector de la construcción. No obstante, Crédito y Caución apunta a los reducidos márgenes comerciales del sector, además del alto apalancamiento, que representa “un problema de primer orden” para el sector en nuestro país.
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