En un momento de cambio de políticas en los mercados, recuperación post-covid, inserción de la sostenibilidad en nuestras inversores y democratización de los activos, se hace necesaria más que nunca la educación financiera. María Jesús Soto, presidenta de la fundación que lleva su nombre, experta en educación económica y financiera y autora de varios libros, […]
En un momento de cambio de políticas en los mercados, recuperación post-covid, inserción de la sostenibilidad en nuestras inversores y democratización de los activos, se hace necesaria más que nunca la educación financiera. María Jesús Soto, presidenta de la fundación que lleva su nombre, experta en educación económica y financiera y autora de varios libros, entre ellos, “Cuidemos de nuestro planeta. Criterios ASG en inversión sostenible”, nos cuenta cómo una sociedad donde los ciudadanos fueran mejores administradores de sus recursos, sería más próspera para todos.
Desde mi punto de vista, se puede decir que una persona tiene una educación financiera básica óptima cuando ha adquirido los conceptos, los valores y la experiencia que le ayudan en la toma de decisiones correctas en todos aquellos ámbitos que tienen implicaciones financieras en su vida.
La persona que únicamente tiene conocimientos, pero no los pone en práctica y no actúa dando importancia a los valores, para mÍ no tiene una verdadera educación financiera. La palabra “educación” añade a los conocimientos aspectos que van más allá de lo académico. Estos otros aspectos ayudan a la persona en la toma de decisiones financieras responsables desde una perspectiva globalizadora que incluye: práctica, autodominio, paciencia, análisis y pensamiento crítico, resiliencia frente lo adverso, variables que se suman a su saber y que le permiten valorar diferentes opciones de manera más consciente, responsable y óptima.
Su importancia es vital. Hablamos de evitar quiebras en las familias, las empresas y los Estados. La quiebra es la consecuencia de no tener educación financiera básica óptima, tal y como la he explicado anteriormente. Sin salud financiera el riesgo de quiebras es muy alto, y cada día más, puesto que cada vez los asuntos económicos y financieros son más complejos.
Porque para conseguir que los hábitos sean saludables y se asimilen de manera natural e instintiva, también los financieros, hay que empezar a hacerlo desde niños, cuando los conocimientos se absorben mejor y gracias a la práctica se termina aprendiendo y convirtiendo en una tarea divertida que no cuesta trabajo realizar.
En función de la edad y madurez de los hijos, considero de vital importancia enseñarles a valorar qué hacer cuando reciben las primeras pagas o propinas y explicarles cómo influyen los gastos de cada integrante de la familia en el presupuesto familiar. También es básico que entiendan lo difícil que es generar recursos y administrarlos bien y sin despilfarros, distinguiendo entre lo que es capricho y lo que es necesidad.
Igual que enseñamos a nuestros hijos a comer con cuchillo o a lavarse los dientes para evitar que se corten o les salgan caries, les podemos enseñar hábitos financieros que les enseñen a controlar sus gastos, ahorrar para imprevistos, y evitar daños económicos gracias a que sus rutinas y, por tanto, sus decisiones financieras, son correctas.
Una sociedad en la que la gran mayoría de los ciudadanos fuesen responsables y buenos administradores de sus recursos, sería más prospera para todos, más justa y más madura.
El mundo de la sostenibilidad es la gran oportunidad de hacer sostenible lo que claramente es insostenible. No se puede seguir consumiendo recursos de forma descontrolada, ni exigir a los seres humanos que renuncien a su dignidad y se conviertan en esclavos del más, más y más.
El cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible requiere una transformación ideológica y, sobre todo, económica, pues es necesaria mucha financiación para su cumplimiento. El ahorrador, hasta ahora pasivo, que tenía recursos desaprovechados, está evolucionando con la ayuda del mercado de capitales y se está convirtiendo en un inversor socialmente responsable.
Las perspectivas son muy esperanzadoras porque, aunque es un camino largo y lleno de retos, los compromisos de los agentes económicos y los miembros del mercado de capitales son una realidad que ya no tiene marcha atrás. Todos vamos a sacrificar y nadie se va a desmarcar sin ser señalado o con el riesgo de ser excluido. Las empresas se irán adaptando de forma gradual y eso es importante, pues es necesario respetar sus tiempos y no llevarlas a situaciones graves que no sepan gestionar correctamente.
La gran mayoría de los expertos coinciden en que la inflación será, junto con los asuntos geopolíticos, las dos variables que lo van a condicionar todo este año. Al margen de lo que suban los tipos de interés, cuándo y cómo va a impactar en las economías, lo que no hay que perder de vista es que se busca normalizar las políticas monetarias y ello supone quitarle la “respiración asistida” a los pacientes, dígase consumidores, empresas y Estados. Todos ellos deben prepararse para el impacto.
El consejo es que cada persona y cada familia comiencen ya, cuanto antes, su plan de acción para lograr hábitos financieros saludables. Que no se retrase más.
La sostenibilidad es una gran oportunidad para involucrar en los asuntos financieros a nuestros hijos, ya que ellos sí están preocupados por el planeta y su futuro. Sugiero explicarles que, hacer una gestión eficiente de los recursos y cumplir un presupuesto saneado donde se ahorre cada año, puede contribuir a la sostenibilidad y a financiar esa transición tan necesaria que ellos también buscan, al tiempo que se protegen los ahorros, se obtiene rentabilidad, y se supera la inflación.
Esos pequeños hábitos saludables, repetidos de forma natural en instintiva por millones de personas, transformarán y contribuirán a conseguir entornos más sostenibles.
“La inversión de impacto es el área donde conviven la rentabilidad financiera y el impacto social”