Por un lado, China parece haber prometido abrir su sector servicios a EE.UU., sobre todo los de naturaleza financiera. Y, por otra parte, existiría un compromiso decidido para proteger la propiedad intelectual de los productos norteamericanos. “Con todo, es demasiado pronto para dar este asunto por zanjado”, señala Wang Yong, del China Center for Economic […]
InternacionalDirigentes Digital
| 26 dic 2019
Por un lado, China parece haber prometido abrir su sector servicios a EE.UU., sobre todo los de naturaleza financiera. Y, por otra parte, existiría un compromiso decidido para proteger la propiedad intelectual de los productos norteamericanos. “Con todo, es demasiado pronto para dar este asunto por zanjado”, señala Wang Yong, del China Center for Economic Research, a DIRIGENTES.
La guerra comercial de China con EE.UU. tiene su origen, entre otras razones, en los cambios profundos del comercio mundial. Actualmente, mediante las cadenas globales de valor, un mismo producto puede haber sido fabricado en varios países diferentes. Según la OCDE, dos de cada tres bienes comercializados internacionalmente son intermedios, alrededor del 65%. Y esto, en definitiva, exige replantear las estadísticas del comercio mundial. Es decir, los intercambios comerciales deben leerse en términos de valor añadido, o Trade in Value Added (TiVA).
En 1995, la aportación de valor añadido estadounidense al sector exportador internacional era once veces el chino. Veinte años después, en 2015, apenas es el 16%. Esto, de alguna manera, indica que China ha entrado en competencia directa con EE.UU. por la clientela del sector manufacturero global. Por otra parte, la proporción del valor añadido extranjero integrado en las exportaciones chinas ha retrocedido dieciséis puntos porcentuales, desde 1995 hasta 2015. Esto significa que, proporcionalmente, China importa cada vez menos bienes intermedios desde países como EE.UU. Por otra parte, el valor añadido doméstico de las exportaciones estadounidenses al mundo apenas se ha duplicado desde 1995. Pero el valor añadido doméstico de las exportaciones chinas, hasta 2015, ha aumentado un 1.800%.
Una conclusión razonable es que EE.UU. ha estado transfiriendo tecnología mientras producía en China. Por un lado, China ha ido reduciendo su demanda de bienes intermedios norteamericanos. Y, por otro lado, ha conseguido posicionarse como un serio competidor en la cadena de valor. “Esto, de alguna manera, ha mermado la hegemonía comercial estadounidense”, coinciden en señalar los analistas consultados por DIRIGENTES.