El gobierno chino, contra todo pronóstico, augura un PIB de alrededor del 6% en 2021. Considerando el reducido crecimiento del año pasado, debido al COVID-19, todos los analistas consultados por DIRIGENTES esperan un 8%. En 2021, además del crecimiento económico en torno al 6% (8%, según analistas), China espera reducir su déficit público (al 5.8% […]
InternacionalDirigentes Digital
| 04 may 2021
El gobierno chino, contra todo pronóstico, augura un PIB de alrededor del 6% en 2021. Considerando el reducido crecimiento del año pasado, debido al COVID-19, todos los analistas consultados por DIRIGENTES esperan un 8%. En 2021, además del crecimiento económico en torno al 6% (8%, según analistas), China espera reducir su déficit público (al 5.8% del PIB). La inflación se mantendrá controlada en niveles inferiores al 2%. Y el superávit por cuenta corriente volverá a situarse sobre el 1% del PIB. Esto, sin duda, es un escenario relativamente estable a corto plazo. A medio plazo, los bajos tipos de interés han impulsado el crédito bancario un 6%, animando de esta forma la inversión. Y esta inversión, a la espera de un consumo todavía bajo mínimos, debe ser productiva. La deuda total china, conviene recordarlo, se sitúa en torno al 318% del PIB. Los dobles dígitos de crecimiento de las ventas minoristas online muestran la consolidación de un nuevo modelo, más resiliente, en el actual escenario “COVID”. La inversión extranjera directa, en contra de los rumores de “desacoplamiento” con China, sigue creciendo a buen ritmo. Corresponde, a medio plazo, garantizar un crecimiento sostenido de la productividad. En 2050, el 25% de la población china superará los 65 años, frente al 10% de 1995. Y esto, de alguna manera, exige garantizar un crecimiento sobre la base del capital productivo.
El plan “Made in China 2025” seguirá avanzando sobre un modelo económico basado en más tecnología, productividad e I+D. En 2025, la automatización de los procesos productivos mediante big-data, cloud business, blockchain e inteligencia artificial deberá haber alcanzado el 85% (frente al actual 58%). Se espera, entre otros objetivos, alcanzar una ratio de 100 robots por cada 10.000 empleos manufactureros (frente a los actuales 36). Y, al mismo tiempo, la contribución de los diferentes avances científico-técnicos sobre el PIB chino deberá haber alcanzado una cuota del 60% en 2025. Desde 2010, el perfil profesional más demandado en China es matemático o ingeniero informático, con un crecimiento anual del 4%). Y, según estimaciones del Banco Mundial, el 70% de los empleos en China podrían desaparecer debido a la inteligencia artificial antes de 2030. Antes de esa fecha, China aspira a ser potencia mundial en inteligencia artificial, con un volumen de activos en torno a los 145 mil millones de dólares. Por lo pronto, en estos momentos, la economía digital en China representa un 30% del PIB.
En 1998, los principales “centros” en las cadenas mundiales de valor eran Alemania, EEUU, Francia, Holanda, Japón, Reino Unido, Bélgica e Italia. De hecho, si se analiza el comercio en términos de valor añadido, los vínculos comerciales más estrechos eran los de Alemania con EEUU. Actualmente, sin embargo, China ha adelantado a EEUU como el país que más valor añade a las exportaciones de terceros países. Y como el país, también, que más valor añadido extranjero incorpora en sus exportaciones. Además, en estos momentos, la cadena de valor líder en comercio en valor añadido es la de Alemania… con China.
Analizando el valor añadido de China incorporado en las exportaciones de terceros países, sobre el total mundial de estas últimas, el ascenso del gigante asiático también ha sido meteórico. En 1998, el principal suministrador de insumos intermedios incorporados en las exportaciones de terceros países era EEUU, con una proporción elevada del 4,22%. Actualmente, China ha superado a EEUU como el primer suministrador de insumos intermedios del mundo, lo cual también revela un claro ascenso en las cadenas de alto valor añadido. Estar integrado en las cadenas mundiales de valor sirve para atraer inversión, tener un capital humano mejor formado e influir, a través del comercio, en la esfera internacional. China tiene la primera ratio del mundo en valor añadido doméstico sobre las exportaciones mundiales totales, un 8.89%, frente al 7.5% de EEUU. Por poner otro ejemplo: la UE-15 ha seguido incrementando sus exportaciones hacia EEUU desde 1998, un +24.3%, si bien el crecimiento de las mismas ha sido más abultado en los casos de China (+242%), Latinoamérica (+121.9%), ASEAN (+76.4%) o la UE-13 (+54.2%). Japón, incluso, ha sufrido una reducción de sus exportaciones hacia la UE-15 (-16.7%) o EEUU (-9.3%), mientras donde más aumentaron fue en China (+73.4%). Y EEUU ha incrementado significativamente la relación de sus exportaciones totales hacia China (del 4.4% al 11.7%). China ha reducido la relación de sus exportaciones hacia naciones desarrolladas como la UE-15 (del 16.4% al 13.8%), Japón (del 12.3% al 7.9%) o EEUU (del 29.6% al 22.3%). Pero ha incrementado dicha relación, a su vez, con otras naciones emergentes como la UE-13 (del 2% al 2.2%), Latinoamérica (del 1.9% al 4%) o ASEAN (del 5.9% al 8.7%). Todos estos datos indican el avance desde un modelo tradicional de comercio norte-norte hacia otro alternativo norte-sur e, incluso, sur-sur. Y, sobre todo, una desconcentración gradual de las cadenas globales de valor alrededor de la UE. Entre las veinticinco naciones donde se observa un crecimiento más alto del valor añadido extranjero, el total de sus exportaciones, catorce lo han incrementado con China. Destaca, sobre todo, la dispersión geográfica de las naciones exportadoras con más valor añadido de China: Hungría, Singapur, Tailandia, Corea del Sur, Polonia, República Checa, Turquía, Malasia e Italia son naciones pertenecen a la iniciativa comercial china Belt and Road (BRI). Y el incremento neto del valor añadido chino sobre Alemania, o México, también evidencia una diversificación clara de las cadenas mundiales de valor. Es decir, un incremento de los vínculos comerciales con China, en unas cadenas mundiales de valor cada vez menos concentradas alrededor de EEUU o la UE-15.
¿Es posible trasplantar una columna vertebral mediante impresión 3D? ¿Habrá ejecutivos en las grandes multinacionales que no sean humanos? ¿Se podrá conducir en ciudades sin semáforos? No se trata de responder afirmativa o negativamente a estas u otras cuestiones. Pocos observadores tienen dudas de que todos estos cambios acabarán siendo una realidad. La pregunta, sin embargo, es: ¿Cuándo? La cuarta revolución industrial, parafraseando a Klaus Schwab, es una realidad. El fundador del Foro Económico Mundial lleva, desde hace tiempo, advirtiendo sobre la disrupción tecnológica. Es decir, sobre la necesidad decreciente de horas dedicadas al trabajo para producir una misma unidad del PIB. El incremento exponencial de nuestro bienestar material, con costes marginales cercanos a cero, es una realidad en cada vez más industrias. Por ejemplo, gracias a tecnologías como la impresión 3D, consistente en crear un objeto físico directamente desde modelos o dibujos digitales. China, hace seis años, consiguió implantar con éxito una vértebra humana impresa en 3D. Dentro de este ámbito, el primer automóvil impreso con tecnología 3D saldrá a la venta en 2025, según estimaciones del FEM. El fondo DKV, con base en Hong Kong, ha dado voto a un algoritmo dentro de su junta directiva. De los cinco países con más robots industriales instalados en sus fábricas, tres son asiáticos (China, Japón o Corea del Sur). Singapur revolucionado el urbanismo fomentando sistemas de estacionamiento, limpieza e iluminación inteligentes. Y otros avances desarrollados desde China, como la edición del genoma humano, no tiene limitaciones técnicas sino éticas. China, en innovación tecnológica, ha alcanzado el 50% del nivel de la UE.