Al comenzar 2022, cuando todo parecía indicar que finalmente se iniciaba una recuperación pospandémica, el horizonte volvió a nublarse y otro cisne negro surcó los cielos globales, oscureciendo particularmente a los países de Latam con una nueva temporada de incertidumbres y efectos corrosivos directos en la vida de millones de personas. Primero fue la nueva […]
InternacionalDirigentes Digital
| 16 jun 2022
Al comenzar 2022, cuando todo parecía indicar que finalmente se iniciaba una recuperación pospandémica, el horizonte volvió a nublarse y otro cisne negro surcó los cielos globales, oscureciendo particularmente a los países de Latam con una nueva temporada de incertidumbres y efectos corrosivos directos en la vida de millones de personas. Primero fue la nueva ola de ómicron, después la invasión de Rusia a Ucrania y ahora la escalada de precios de la energía y los alimentos, para la que no hay pronóstico de fin en el corto plazo y que, en Latam, se combina con una capacidad limitada de los gobiernos para contener el deterioro de la base de la pirámide y de las clases medias.
Tan sólo en el primer año de la pandemia, 20 millones de personas cayeron en la pobreza y 12 millones de clase media fueron “empujados” a la vulnerabilidad, según publicó en 2021 el Banco Mundial (BM). “El retroceso corre el riesgo de volverse permanente a menos que se lleven a cabo reformas enérgicas”, dijo entonces el vicepresidente del BM para la región, Carlos Jaramillo. Un año después, y a pesar de las ayudas financieras que los gobiernos destinaron a los sectores más vulnerables, la pobreza extrema creció de 81 a 86 millones de personas en 2021, según el informe anual de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). En el mismo período, la pobreza bajó de 204 a 201 millones de personas en total.
Ahora, con la perspectiva de que los efectos globales de la guerra Rusia-Ucrania persistirán durante varios años (hasta finales de 2024 por lo menos, los precios de los productos básicos estarán en “niveles históricamente altos”, según el informe del BM para el sector 1), los gobiernos de la región levantan una trinchera combinando la subida de los tipos básicos, el retiro de pensiones y subsidios a los combustibles. En opinión de algunos especialistas, son medidas inmediatas de sostenibilidad limitada debido al alto grado de endeudamiento de las administraciones nacionales y la persistencia de un ciclo para el que se pronostica que los precios de la energía aumenten más del 50% en 2022 antes de atenuarse en 2023 y 2024 y que los productos agrícolas y metales suban un 20% también este año, según Ayhan Kose, director del grupo del BM que elabora el mencionado informe. Los precios más altos de la energía, a su vez, “ejercerán presión sobre los presupuestos gubernamentales que ya estaban agotados por la crisis de COVID-19”, mientras que el aumento de los precios de los fertilizantes -uno de los primeros “misiles” de Rusia para la economía de Latam, principalmente Brasil- podría conducir a una reducción en su uso. “El resultado: menores rendimientos agrícolas y menor disponibilidad de alimentos”, reseña el Foro Económico Mundial.
Menor disponibilidad de alimentos asociada con escasez de dinero y aumento de precios: escenario para una tormenta perfecta. En el país de Bolsonaro, de hecho, la inflación de abril fue de un 12,13% interanual, la mayor tasa en los últimos 18 años, según los datos publicados por el Instituto de Geografía y Estadísticas (IBGE), y la escalada de precios que se prevé hasta fin de año (entre 7,9 y 9%) ya es, como mínimo, el doble de la meta fijada por el Comité de Política Monetaria (3,75%). Ante ello, el Banco Central ha subido los tipos básicos de la economía al 12,75% y ya prevé que terminará el año con 13,25%, según anticipó en mayo, cuando ajustó por décima vez consecutiva ese instrumento de combate a la inflación, “uno de los ciclos de ajuste monetario más agresivos del mundo”, lo definió Bloomberg. Con todo, las estimaciones del mercado sobre la inflación llevan aumentando al menos 16 semanas, reconoce Agencia Brasil, el canal de informaciones oficiales del Gobierno. Con el presupuesto ajustado al extremo y en pleno año electoral, el equipo de Bolsonaro redujo a cero las tarifas de importación de productos básicos, presionó para intervenir en la fijación de los precios de los combustibles y estudiaba (en mayo) autorizar el retiro de fondos de pensiones como una alternativa de colocar dinero en la economía y estimular el consumo.
Echar mano de la reserva jubilatoria es una medida que, en las antípodas ideológicas de Bolsonaro, fue rechazada por la izquierdista administración de Chile (“quinto retiro”) como una forma de preservar la responsabilidad fiscal. En el país andino, la inflación cerrará este año en 8,9% y los tipos básicos subirán al 9% en junio, según previsiones tomadas por el BC local. En abril, la escalada de precios fue de 10,5% interanual. Aunque también es récord para sus propios registros históricos, la inflación de México está en un escalón más bajo que la brasileña y la chilena, y sus previsiones más acotadas. El número interanual de abril fue de 7,68%, en tanto la previsión del mercado es terminar muy cerca de 7%, es decir, más del doble de la meta del BC local, que es de 3%. El presidente Andrés Obrador buscaba, en mayo, un acuerdo con empresarios para controlar los precios de los productos básicos y para evitar que el índice llegue al máximo de 10% pronosticado por analistas independientes.
El control de precios, por último, es la política adoptada por el Gobierno de Argentina, que la denomina “precios cuidados”, lo que es prácticamente un eufemismo ante la contundencia de los números: la inflación interanual de abril fue del 58% y los tipos básicos (en mayo) eran 49%, lo que equivale a un 61,7% efectivo anual. Es redundante señalar que tales resultados están, además, extralimitados del más reciente acuerdo firmado por el Gobierno con el FMI para “ordenar la economía”, lo que, junto con la conocida reactividad social local, torna aún más inciertas las previsiones de lo que ocurrirá de aquí a fin de año.