Tras meses de negociaciones, especulaciones e incluso demandas en los tribunales, el pasado 26 de octubre Elon Musk, CEO de TESLA y Space X, cerró la compra del 100% de las acciones de Twitter por valor de 44.000 millones de dólares. La adquisición de esta plataforma supone, de facto, que Musk pasa a ser su […]
Dirigentes Digital
| 09 dic 2022
Tras meses de negociaciones, especulaciones e incluso demandas en los tribunales, el pasado 26 de octubre Elon Musk, CEO de TESLA y Space X, cerró la compra del 100% de las acciones de Twitter por valor de 44.000 millones de dólares. La adquisición de esta plataforma supone, de facto, que Musk pasa a ser su único propietario y abre innumerables interrogantes acerca de cuál será el futuro de esta conocida red social.
Su llegada a las instalaciones de Twitter fue noticia mundial, no solamente por el hecho de su “toma de posesión”, sino porque lo hizo sosteniendo una pila de lavabo entre sus manos. Nadie sabe realmente qué es lo que pretendía decir con ello, aunque, seguramente, era eso precisamente lo que buscaba. Musk es un auténtico genio a la hora de jugar con las palabras, el despiste y la expectación. Ese mismo día, anunció el despido de toda la cúpula directiva, incluido el hasta entonces CEO de la compañía, Parag Agrawal, mandando un claro aviso a navegantes tanto dentro como fuera de la empresa.
Apenas unos días después de cerrar la operación y con el despido del anterior equipo directivo todavía caliente, anunció que empezaría a cobrar ocho dólares a todo aquel que quisiera tener la cuenta verificada (blue verified). Con ello, el magnate aseguraba que pretendía reducir las pérdidas en las que estaba incurriendo la plataforma y, al mismo tiempo, contribuir a reducir el odio y la polarización en redes. El sistema de pago arrancó en algunos países como EEUU, Nueva Zelanda o Canadá, pero a los pocos días se vio obligado a dejar el proceso en “Stand-by” hasta resolver determinados aspectos tanto estratégicos como operativos. Prácticamente en paralelo, lanzo un nuevo “check” de verificación de cuentas destinado a organismos, instituciones y personalidades de marcado carácter público y, tras unos días de desconcierto, logró que esta verificación (de color gris) sí funcionara con normalidad.
Cuando todavía no nos habíamos recuperado de la imagen del lavabo, de los ocho dólares por cuenta verificada y de la tensión que empezaba a respirarse en las oficinas del pájaro azul, conocimos que, de la noche a la mañana, había despedido a la mitad de los 7.500 empleados que formaban parte de la empresa. Otro tsunami mediático en apenas 10 días que volvía a elevar a Musk a las portadas y cabeceras de todos los medios de comunicación nacionales e internacionales.
En apenas dos semanas, el empresario estadounidense había revolucionado no solo la empresa que acababa de adquirir, sino también el tablero de juego de la comunicación mundial. La plataforma de información más influyente del planeta ahora está en manos de una sola persona y eso tiene implicaciones a todos los niveles y de una magnitud difícilmente imaginable. Es una verdadera incógnita qué sucederá con Twitter en los próximos meses. ¿Conseguirá Musk garantizar una mayor libertad de expresión en la red al mismo tiempo que reduce la polarización, la suplantación de perfiles y la propagación del odio? ¿Se verá abocado a tener que cerrar la compañía ante un posible desmoronamiento de los equipos humanos que garantizan el correcto funcionamiento de la plataforma, como advierten algunos expertos? Nadie lo sabe. Por lo pronto, Musk sigue haciendo lo que mejor sabe hacer. Dirigir dos de las compañías más innovadoras y punteras del planeta como son TESLA y Space X, mientras trata de provocar un cambio de 180 grados en la casa del “blue bird”. ¿Será Twitter su entronación definitiva o su perdición? Solo el tiempo dará y quitará razones.