EE.UU., o Francia, están demandando políticas reindustrializadoras como antídoto ante una pérdida evidente de competitividad frente a China. Los chinos, en tecnologías punteras como el 5G, han tomado la delantera. Y sus alianzas globales van a condicionar, sin duda, todos estos desarrollos (especialmente, en los países periféricos de la UE). ¿Qué países dominarán el siglo […]
InternacionalDirigentes Digital
| 16 dic 2019
EE.UU., o Francia, están demandando políticas reindustrializadoras como antídoto ante una pérdida evidente de competitividad frente a China. Los chinos, en tecnologías punteras como el 5G, han tomado la delantera. Y sus alianzas globales van a condicionar, sin duda, todos estos desarrollos (especialmente, en los países periféricos de la UE).
¿Qué países dominarán el siglo XXI? ¿EE.UU. o la UE? ¿China? ¿Una alianza, quizás. entre dos de estos tres bloques? Si se analiza el mundo como cadenas globales de valor, desde una óptica estrictamente económica, estas tres regiones dominan los intercambios comerciales internacionales en estos momentos. Sin embargo, las firmas multinacionales vinculadas a estas naciones también son globales o, dicho con otras palabras, beneficiarias del libre-comercio. Son independientes, al menos teóricamente, del interés nacional de los estados-nación. Sólo China, donde muchas empresas son estatales, o bien se someten de manera voluntaria al control del propio partido comunista, debe ser considerada una excepción. “Las actuales restricciones sobre la inversión china, en algunos países europeos, responden a esa asimetría”, confiesa Jacques Pelkmans, del CEPS, durante un encuentro con DIRIGENTES. “El proteccionismo de varias naciones occidentales es una reacción frente a la infiltración del gobierno chino en sus firmas multinacionales”, sostiene Pelkmans. Midea, cuando lanzó una OPA hostil sobre Kuka AG, hace ahora tres años, hizo saltar todas las alarmas en la UE. Muchos analistas destacaron, entonces, la vulnerabilidad industrial comunitaria ante auténticas multinacionales-estado como eran las firmas chinas. Y, consecuentemente, las condiciones de comercio chino comenzaron a endurecerse en toda la UE.
ALIANZAS A ESCALA BILATERAL
El nuevo mapa geopolítico, estrechamente vinculado a las dinámicas comerciales, está configurándose desde un abandono claro del multilateralismo. La Organización Mundial del Comercio (OMC), sin ir más lejos, lleva sin avanzar una ronda de acuerdos desde Doha, en 2001. Y algunos analistas chinos, consultados por DIRIGENTES, ven “amortizada” a la OMC. Todo esto, recientemente, ha derivado en alianzas bilaterales alternativas a la OMC. El Transatlantic Trade and Investment Partnership, o TTIP, es una iniciativa de EE.UU. con la UE donde, entre otros aspectos, se iban a endurecer los estándares tanto laborales como medioambientales del comercio entre ambos socios. Esto fue visto por China, entre otras economías emergentes, como una barrera encubierta a sus manufacturas en los mercados occidentales. Y, tras otra iniciativa similar para el Pacífico (conocida como Trans-Pacific Partnership, o TPP), China se vio obligada a lanzar su propia oferta de globalización en 2015. La iniciativa Belt and Road, o BRI, cuenta con más de cien países oficialmente adheridos. Pero, sobre todo, se ideó con el fin de contrarrestar las ambiciosas alianzas comerciales estadounidenses vinculadas al TTIP-TPP. La victoria electoral de Donald Trump, casualmente, hizo naufragar ambos tratados. Su respuesta, desde entonces, ha sido lanzar una guerra comercial a escala global con China (la cual costará 700 mil millones de dólares al mundo hasta 2020, según estimaciones del FMI). Por tanto, de una manera u otra, la única iniciativa intercontinental de relieve vigente en estos momentos es BRI.
UNA INICIATIVA GLOBAL
España, por ejemplo, ha rechazado formar parte de la iniciativa BRI. Lo hace, en parte, por no desairar a sus aliados de EE.UU., Francia, Alemania o la OTAN. Pero otras naciones europeas occidentales, como Grecia, Portugal e Italia, sí han aceptado entrar a formar parte de la iniciativa china BRI. Varios estados de Europa del Este llevan más tiempo alineados con China, comercialmente hablando, mediante mecanismos como el 16+1. El tráfico ferroviario de mercancías desde China, con destino Europa, casi se ha duplicado en 2019. De los 50 contratos adjudicados a Huawei, para el desarrollo del 5G, 28 se han firmado en Europa. Grecia, Portugal e Italia, tres países especialmente afectados por la crisis del euro, han encontrado una fuente inmediata de financiación en China. Y todo esto, en definitiva, no ha hecho otra cosa que profundizar sobre las divisiones existentes dentro del seno de la UE. En otras zonas del mundo, como Rusia, África, el Sudeste Asiático o América Latina, China continúa incrementando su influencia a través de BRI. Rusia debe suministrar gas a China, durante los próximos treinta años, tras haber firmado un contrato valorado en 400 mil millones de dólares. Los intercambios comerciales de China con Latinoamérica son crecientes (si bien las materias primas siguen acaparando una proporción del 80%). El primer socio comercial del continente africano es China. Pero no son, de momento, alianzas lo suficientemente consistentes como para imponer una hegemonía china sobre EE.UU. o la UE. HEGEMONÍA COMPARTIDA
China, más al contrario, busca una hegemonía compartida con otras zonas del mundo. Esta idea, en la doctrina china, se denomina “comunidad de destino compartido”, o gongtong mingyunti (共同命运体). Tras la crisis financiera internacional, China ha planteado púbicamente el abandono del dólar estadounidense como divisa principal de reserva. En su lugar, los chinos estudian crear una “divisa de divisas”, alternativa al dólar, donde también coticen otras monedas como el renminbi chino. “Podría ser, incluso, una criptodivisa”, señalan analistas españoles de inteligencia a DIRIGENTES. Sea como fuere, China no desea ni tiene la capacidad de sustituir a EE.UU. como potencia hegemónica. Y EE.UU., o la UE, tampoco pueden dictar unilateralmente las normas de un mundo donde los países BRICS sumaron el 25% del PIB mundial en 2018. Según la OCDE, dos tercios del comercio internacional es de bienes intermedios, lo cual está dando un rol decisivo a las multinacionales. “Las grandes firmas globales llevan tiempo ejerciendo una influencia creciente sobre los estados”, reflexiona Liu Baocheng, de la UIBE, en conversación telefónica con DIRIGENTES. “Un solo país tiene difícil imponer su voluntad en una comunidad económica global donde los centros de decisión están tan repartidos”, finaliza Liu. El problema, sin embargo, acaba dándose cuando los estados pretenden imponer su hegemonía instrumentalizando a sus propias empresas. En ese caso, la globalización debe considerarse bajo amenaza, tal como refleja el estancamiento del multilateralismo dentro de la OMC.