Un año y medio después de lanzar su guerra comercial contra China, el presidente estadounidense Donald Trump ha firmado una tregua parcial junto al viceprimer ministro de China, Liu He, en la Casa Blanca. El acuerdo de la “fase uno” ha llevado el optimismo a Wall Street y el Dow Jones ha alcanzado por primera […]
InternacionalDirigentes Digital
| 16 ene 2020
Un año y medio después de lanzar su guerra comercial contra China, el presidente estadounidense Donald Trump ha firmado una tregua parcial junto al viceprimer ministro de China, Liu He, en la Casa Blanca. El acuerdo de la “fase uno” ha llevado el optimismo a Wall Street y el Dow Jones ha alcanzado por primera vez en la historia los 29.000 puntos. El S&P500 también cerró en récords.
“Se trata de un cambio radical en el comercio internacional”, decía Trump tras firmar la primera parte del acuerdo comercial con China en un ambiente cordial en la Casa Blanca. “A partir de ahora el comercio con China será más justo”, añadía el presidente estadounidense.
Para el viceprimer ministro chino, Liu He, este acuerdo supone “un paso importante” en las relaciones bilaterales entre las dos mayores potencias económicas.
El documento, de 86 páginas, incluye que el gobierno estadounidense no impondrá los aranceles a alrededor de 160.000 millones adicionales en importaciones chinas previstos para entrar en vigor el pasado diciembre, incluidos artículos de consumo populares como teléfonos móviles y ordenadores portátiles. También se reduce a la mitad la tasa arancelaria de otros bienes por valor de 112.000 millones, del 15% al 7,5%, lo que mantendrá los aranceles sobre productos chinos por un valor de 375.000 millones de dólares.
Sin embargo se mantienen los aranceles del 25% en gran parte de lo que Estados Unidos compra a China, incluidos los componentes que las fábricas estadounidenses usan para ensamblar productos terminados. El presidente estadounidense dijo que retiraría todos los aranceles sobre las importaciones chinas tan pronto como ambos países completen la “fase 2” del acuerdo. “Los mantengo porque de otra manera no tenemos cartas para negociar. Pero todos saldrán tan pronto como terminemos la ‘fase 2′”, agregó.
Según cálculos de Chad Bown, del Instituto Peterson de Economía Internacional, el acuerdo de la “fase 1” dejará casi dos tercios de las importaciones chinas cubiertas por los aranceles de Trump. Los aranceles de represalia de Pekín afectan a más de la mitad de las exportaciones estadounidenses a China. “El arancel promedio de EE.UU. sobre las importaciones chinas ha aumentado del 3% en enero de 2018 al 21% a ahora”, explica Bown. Los altos aranceles entre las dos economías más grandes del mundo, dice Bown, ahora son “la nueva normalidad”.
Por su parte Pekín acordó aumentar significativamente sus compras de productos estadounidenses. Exactamente en 76.700 millones de dólares en el primer año, con 123.300 millones de dólares programados para el segundo año, según el texto del documento publicado. En total, un incremento de 200.000 millones de dólares en dos años que incluyen 77.700 millones en ventas de bienes manufacturados a China.
Pekín importará 50.000 millones al año en productos agrícolas de EE.UU., un objetivo ambicioso para un país que nunca ha importado más de 26.000 millones al año en este tipo productos estadounidenses. “Esta es una gran victoria para las empresas estadounidenses y los agricultores estadounidenses”, expresó el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.
Además de los productos agrícolas, China comprará más artículos manufacturados, productos energéticos y servicios de EE.UU. En concreto unos 37.900 millones en servicios, 52.400 millones en energía y unos 75.000 millones de dólares en fabricación.
Algunos expertos piensan que esto podría ser contraproducente para otras economías porque para que China logre esos objetivos tendrá que dejar de comprar en otros países y trasladar esas compras a Estados Unidos.
También el gigante asiático ha prometido proporcionar más protección a la propiedad intelectual de las empresas estadounidenses y dejará de exigir a las mismas que compartan su tecnología sensible para poder hacer negocios en China. Su compromiso incluye pautas sobre la resolución temprana de disputas de patentes y la extensión efectiva del plazo de las mismas, y también llega a abstenerse de manipular su moneda para beneficiar a los exportadores chinos. Antes de la firma el Departamento del Tesoro estadounidense retiró su designación de China como “manipulador de divisas”.
Pekín y Washington resolvieron fortalecer su cooperación y coordinación en la lucha contra la piratería, incluida la falsificación en las plataformas de comercio electrónico.
Para Robert Lighthizer, representante comercial de EE.UU.: “en general, es un muy, muy buen trato para Estados Unidos, pero si Pekín no lo lleva a cabo, tomaremos acciones contra ellos“. Lo mismo opinaba el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, “esta es una gran victoria para el presidente, pero si no cumplen con sus compromisos, la administración está preparada para responder”.
Mnuchin admitió que el acuerdo de “fase uno” no logra todas las reformas que inicialmente buscó la administración Trump. Y es que este primer acuerdo aún deja muchas disputas económicas entre los dos países sin resolver. La segunda ronda de conversaciones comerciales, que no se cree que esté cerrada hasta después de las elecciones de noviembre, se espera que sea más difícil que el proceso de “fase uno” ya que se tendrán que abordar las cuestiones más espinosas.
El pacto desactivará un conflicto que desaceleró el crecimiento global, perjudicó a los fabricantes estadounidenses y afectó a la economía china.
Algunos expertos opinan que la guerra comercial ya ha brindado un beneficio para Trump, incluso si no ha forzado a Pekín a realizar cambios importantes en su política económica. Los aranceles de Trump han reducido las exportaciones chinas a Estados Unidos y se ha reducido el déficit comercial de Estados Unidos con China. Ese déficit en el comercio de bienes ha disminuido en un 16%, o 62.000 millones de dólares en un año, hasta los 321.000 millones en comparación con el año anterior. Y el déficit se reducirá aún más si Pekín cumple con sus promesas de comprar más importaciones estadounidenses.
Las alzas arancelarias de Trump han demostrado ser un obstáculo para la economía de China, que ya se estaba desacelerando, aunque el daño ha sido menor de lo que algunos analistas esperaban. Las exportaciones mundiales chinas registraron un aumento del 0,5% en 2019 a pesar de una caída en las ventas a Estados Unidos, según datos de aduanas chinas.
Los exportadores chinos respondieron a los aumentos arancelarios de Trump enviando productos a los Estados Unidos a través de otros países y aumentando las ventas a Asia, Europa y África.
El gobierno chino informó ganancias de dos dígitos en las exportaciones de 2019 a Francia, Canadá, Australia, Brasil y el sudeste asiático. Los economistas anunciaron que la guerra de aranceles desaceleró el crecimiento chino, que alcanzó un mínimo de varias décadas (del 6% en el trimestre que terminó en septiembre de 2019), en tan solo 0,6 puntos porcentuales. La débil demanda interna y el enfriamiento de un auge de la construcción infligieron más daños.
Entre los más afectados por esta guerra arancelaria están los agricultores estadounidenses, ya que China redujo drásticamente sus compras de productos agrícolas estadounidenses. Se estima que el cultivo de soja perdió entre un 30% y un 40% de su valor debido a los bajos precios y la falta de demanda china. Esa pérdida fue solo parcialmente compensada por la ayuda monetaria de 16.000 millones que la Administración Trump dio a los agricultores afectados.