En plena escalada de efectos colaterales de la guerra y la pandemia, con índices inflacionarios subiendo a la velocidad de un misil y el sector energético hecho un polvorín de consecuencias sociales y ambientales imponderables, crece también en Latam el número de empresas, gobiernos y organizaciones civiles que ven en la economía circular un gran […]
InternacionalDirigentes Digital
| 10 oct 2022
En plena escalada de efectos colaterales de la guerra y la pandemia, con índices inflacionarios subiendo a la velocidad de un misil y el sector energético hecho un polvorín de consecuencias sociales y ambientales imponderables, crece también en Latam el número de empresas, gobiernos y organizaciones civiles que ven en la economía circular un gran potencial para cambiar ese rumbo “de desastre”.
Países de Latam y el Caribe han comenzado a “desvincular el crecimiento económico de la degradación ambiental y el uso de recursos” apuntando a cumplir con la Agenda 2030 y el Acuerdo de París. Al menos así lo afirma la Coalición de Economía Circular de la región, creada en 2021 y que reúne a entidades públicas, privadas y sociales de 16 países.
No obstante, aún faltan “leyes robustas” para adoptar los principios de este nuevo paradigma, como lo observaron consejeros delegados (CEOs) de empresas alineadas con el Pacto Global al analizar la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) en Brasil durante el Summit ESG2022, que se realizó, la última semana de junio, en formato híbrido.
Este país, que ha propuesto como contribución determinada a nivel nacional (NDC) reducir sus emisiones en un 37% en 2025 y 50% hasta 2030, se destaca en Latam por tener el 48% de su matriz energética limpia y el 85% de su generación eléctrica de fuentes renovables (preponderantemente hídrica), por lo que su transición hacia un modelo energético sustentable es menos distante y supone menos costes que para un país desarrollado.
Con todo, es un país que continúa incentivando la economía lineal, de corte extractivista y deforestando sus activos ambientales, según caracterizó Plinio Ribeiro, CEO de Biofilica Ampibar, a la política ambiental del Gobierno. “No existe discusión del clima en Brasil sin discutir la Amazonia en primer lugar”, definió Ribeiro durante el evento citado.
En mayo de este año fue creado, mediante un decreto del presidente Jair Bolsonaro, un Sistema Nacional de Reducción de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (Sinare). El órgano oficializa el mercado de carbono y exige a los ministerios planes para mitigar el cambio climático. Su reglamentación estaba en pleno debate en julio en el Parlamento.
“Falta un acuerdo verde para reducir estímulos a los combustibles fósiles. Brasil necesita definir una escala de metas año a año, de manera que la descarbonización no quede en abstracto”, considera Ronaldo Seroa da Motta, profesor de economía ambiental de la Universidad de Río de Janeiro y Ph.D por el University College London. Eso es parte de la discusión en el Congreso, donde Bolsonaro tiene aliados del sector agroindustrial, uno de los principales afectados por la transformación productiva que supone la economía circular, principalmente en la Amazonía, región donde la gestión ambiental del Gobierno es fuertemente criticada por los foros nacionales e internacionales.
“Es positivo, pero insuficiente”, dijo, en referencia al decreto, Marina Grossi, presidente del Consejo Empresario para el Desarrollo Sustentable (CEBDS), que reúne a 80 grupos empresarios responsables por 47% del PIB brasileño. “Un decreto presenta una fragilidad jurídica muy grande. Necesitamos avanzar en acuerdos con los diversos sectores alcanzados para alcanzar un proyecto de ley”, argumentó.
Además de mercado de carbono, metas y métricas, los disertantes de Summit ESG2022 trataron también sobre mercados voluntario y de crédito, market sense, remoción y reducción de emisiones, consensos y disidencias, entre otros tópicos del repertorio, curado por el grupo de gestión ambiental Ambipar y el diario Estadão.
A lo largo de las ponencias del evento fue quedando cada vez más claro que para tornar este nuevo modelo de producción sostenible en una solución sistémica para la creciente escasez de recursos y costos de la energía tradicional, se requiere de algo más que un desarrollo de tecnologías sofisticadas. “Se requiere un cambio en la forma de pensar”, dijeron, palabras más, palabras menos, varios de los ponentes.
Para que la economía circular tenga éxito tiene que estar en el plan de negocios de la empresa, observaron. En un momento en que la industria pasa a usar cada vez más residuos reciclados como materia prima para sus productos, los accionistas y consumidores ya presionan para que las marcas sean sustentables.
En suma, si aún fuera tan sólo por argumentos financieros, la economía circular trae beneficios para las empresas en reducción de costos, oportunidad de nuevos negocios y mejor relación con la comunidad y el ambiente. Sólo hace falta, como resumió un exponente, “que las empresas cambien su modelo mental y dejen de desperdiciar dinero y materiales. Con ello, ganaremos todos”.