Los objetivos de Vladímir Putin al comenzar la guerra en Ucrania, hace ya más de cinco semanas, eran claros: tumbar el gobierno de Volodímir Zelenski, hacerse con las principales ciudades del país y hacerse con el control total de Donbass, ciudad, en parte, bajo el control de los prorrusos. En otras palabras, para el presidente […]
NacionalDirigentes Digital
| 31 mar 2022
Los objetivos de Vladímir Putin al comenzar la guerra en Ucrania, hace ya más de cinco semanas, eran claros: tumbar el gobierno de Volodímir Zelenski, hacerse con las principales ciudades del país y hacerse con el control total de Donbass, ciudad, en parte, bajo el control de los prorrusos. En otras palabras, para el presidente ruso: desmilitarizar y eliminar todo ápice de nazismo existente en Ucrania.
Sin embargo, una realidad paralela se estaría forjando en torno al presidente ruso. Su ejército está compuesto por soldados engañados, reclutados recientemente, sin la experiencia necesaria para asumir semejante batalla. Muchos de esos soldados, muertos en combate, pensaban que iban a realizar maniobras y se han encontrado con una cruel guerra.
Putin incluso no conocería la magnitud de las sanciones internacionales impuestas por su ataque bélico a Ucrania, según ha revelado el Departamento de Inteligencia estadounidense. Un contexto muy diferente al que su alrededor le estarían contando y que estaría llevando a pensar al presidente que su ofensiva alcanzará sus objetivos más pronto que tarde.
Toda esta información maquillada o engañosa, estaría haciendo ver al presidente ruso un escenario mucho más optimista de lo que realmente está siendo para Rusia. Los análisis realizados por la Inteligencia de EE.UU. ponen sobre la mesa la tergiversación de información proveniente de los altos cargos rusos hacia Putin.
El querer a toda costa evitar darle malas noticias, sumado a que previamente ya había estrechado al máximo su círculo más cercano debido a la pandemia, estarían aislando de la realidad al líder ruso. Siguiendo esta línea, mucho menos estaría dispuesto a reunirse o escuchar una visión ajena de lo acontecido, llevando incluso a romper lazos con su ministro de Defensa, una de sus principales apoyos y mano derecha, Sergei Shoigú.
En la rueda de prensa del pasado martes, tras la reunión de Rusia y Ucrania en Estámbul, John Kirby añadía que compartía la conclusión de que Putin no estaba siendo informado de los detalles acontecidos desde que decidiera comenzar la guerra del Este. El portavoz del Pentágono, acechaba este hecho al ministro de Defensa ruso. “Si no tiene información de que las cosas van mal, cómo va a llegar sus negociadores a un acuerdo que sea duradero. No sabes cómo un líder así va a reaccionar cuando reciba malas noticias. Es desconcertante”.
Lo que para Putin hubiera sido una operación militar más, con un final victorioso para su país, se ha terminado convirtiendo en una masacre humana que lleva más de un mes. El presidente ruso estaba ajeno a todo esto.
No sería la primera vez que Putin mostrara su enfado en público con su entorno político y militar. Ese temor que se le tiene al presidente, quedó claro en una reunión que tuvo lugar poco antes de la invasión, donde todos expresaron justo lo que Putin quería oír: invadir las repúblicas de Donetsk y Lugansk. No obstante, Sergei Naryshkin, jefe de inteligencia exterior, expresó la posibilidad de que los territorios del Donbás fueran declarados independientes a lo que el presidente no resultó gustarle en absoluto. “¿A qué te refieres? ¿Sugieres que empecemos una negociación? ¡Habla claro!”, le increpó delante de toda la cumbre.
El ejército ruso ya no sería de absoluta confianza para Putin. El propio Soighú ha estado desaparecido públicamente durante más de dos semanas, añadiendo todo tipo de rumores a la crisis interna del Kremlin.
Sin embargo, el gobierno ruso no ha tardado en desmentir esta. “Ni el Departamento de Estado ni el Pentágono tienen información real sobre lo que está sucediendo en el Kremlin”, declaraba Dimitri Peskov, portavoz del gobierno. Añadía que esto no podía más que acarrear consecuencias negativas, puesto que no se estaba entendiendo al presidente Putin, ni el mecanismo de toma de decisiones ni los esfuerzos que Rusia estaba haciendo.