Los seres humanos necesitamos y anhelamos vivir en un entorno de estabilidad, planificación y certezas. Lo contrario nos suele generar desasosiego y ansiedad, por lo que tratamos de evitarlo a toda costa. De alguna forma, nos encanta diseñar escenarios repletos de certidumbre. Nos encanta creer que vivimos en ellos y pensar que tenemos todo bajo […]
Dirigentes Digital
| 17 abr 2023
Los seres humanos necesitamos y anhelamos vivir en un entorno de estabilidad, planificación y certezas. Lo contrario nos suele generar desasosiego y ansiedad, por lo que tratamos de evitarlo a toda costa. De alguna forma, nos encanta diseñar escenarios repletos de certidumbre. Nos encanta creer que vivimos en ellos y pensar que tenemos todo bajo control. Nos tranquiliza elaborar o visualizar sesudas tablas de Excel donde fórmulas matemáticas nos dicen lo que vamos a ganar o crecer en los próximos 10 años. Nos apasiona firmar inquebrantables compromisos “de por vida” y nos obsesiona acceder a un trabajo “fijo” cuando, en realidad, nuestro futuro personal y profesional es absolutamente incierto desde el mismo día en que nacemos.
En lo que respecta a la gestión de nuestras propias vidas, cada uno sobrelleva como puede su incertidumbre diaria (enfermedades, despedidos, fallecimientos, separaciones, contratiempos, accidentes…) aunque bien es verdad que los crecientes problemas de salud mental apuntan a que la incertidumbre está ganando la partida cada vez a más gente. Los episodios de estrés o ansiedad son cada vez más habituales en nuestra sociedad y eso tiene que ver con una brecha creciente entre nuestras expectativas, proyectadas sobre un entorno supuestamente estable, y nuestra realidad, repleta de dudas e imprevistos.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando la incertidumbre es macro? ¿Qué pasa cuando un país, una organización o todo un planeta se adentran en las tinieblas de la incertidumbre de una forma más explícita de lo normal? Guerras, quiebras, crisis, EREs, pandemias. ¿En quién confiamos para que nos saque de ellas? ¿Quiénes son capaces de ofrecer estabilidad, planificación y certezas en tiempos de oscuridad?
La Historia nos demuestra una y otra vez que los tiempos fáciles crean hombres débiles pero que, por el contrario, los tiempos difíciles crean hombres fuertes. Así que, no nos preocupemos demasiado. Esos hombres surgirán. Y es que, en momentos de incertidumbre, el liderazgo se vuelve esencial para guiar a las personas y a las organizaciones hacia un futuro más estable y seguro. Al menos, para generar esa percepción, que es lo importante y a lo único que, siendo realistas, podemos aspirar.
Pero, ¿cómo identificar a esos líderes que nos sacarán de las tinieblas? ¿De qué están hechos? En primer lugar, hay un patrón que a lo largo de la historia se repite una y otra vez, y que encumbra a aquellos que, llegado el momento, son capaces de tomar las decisiones que otros no se atreven o no saben tomar. Hombres y mujeres que poseen una clarividencia y comprensión profunda del entorno en el que se encuentra la organización o el país. Aquellos que demuestran una capacidad excepcional para evaluar diferentes opciones y riesgos y, a su vez, tienen la determinación necesaria para actuar de forma ágil en cada momento. La parálisis por el análisis es el principal defecto de los burócratas y el mayor enemigo de quienes aspiran a liderar organizaciones. Los grandes líderes siempre han destacado por saber adaptarse antes y mejor que nadie a las nuevas realidades y coyunturas. Personas capaces de proyectar el futuro y convertirse en el mejor jugador de la partida que está por venir.
En segundo lugar, un líder es aquel capaz de motivar a su equipo durante momentos de incertidumbre. Esto implica proporcionar una visión clara de lo que se espera de la organización o del país y de cómo pueden contribuir cada uno de los trabajadores o ciudadanos a alcanzarla. Motivar no es pagar más. Tampoco regalar el oído ni edulcorar la realidad. Motivar consiste en hacer partícipe a los demás de un propósito común para que, de forma individual y natural, brote de cada uno de ellos el hambre de victoria frente a los retos que se presentan.
Además de estas habilidades, hay otras cualidades esenciales para el liderazgo en tiempos de incertidumbre. Una de ellas es la resiliencia. Y es que, en situaciones inciertas, puede haber retrocesos y fracasos. Un líder resiliente es capaz de mantenerse firme y mantener la calma frente a la adversidad, para seguir adelante y mantener el rumbo hacia la meta. Igual sucede con otra habilidad como la empatía. Y no solo únicamente por el hecho de ser capaz de ponerte en el lugar del otro desde un punto de vista humano o afectivo sino, desde un punto de vista práctico, para entender sus emociones y saber cómo actuar en cada momento.
Todas estas cualidades y habilidades definirán sí o sí a nuestros líderes del mañana, pero ninguno de ellos podrá liderar un país o una organización sin ser un gran comunicador. Es la palabra combinada con la pasión lo que hace que las defensas humanas bajen la guardia y permitan reconocer la autoritas a una persona. Ahí radica la clave de cualquier liderazgo verdaderamente carismático. No en el poder que se puede llegar a ejercer, si no en la autoritas que eres capaz de atesorar.