Muchos países de Asia-Pacífico se definen a sí mismos como ‘economías del conocimiento’. La inversión anual en investigación, desarrollo e innovación de naciones como Japón o Corea, por ejemplo, es siempre superior al 3% del PIB. China invierte menos proporcionalmente, un 2%, si bien ronda los quinientos mil millones de dólares anuales (casi la mitad […]
InternacionalDirigentes Digital
| 07 jun 2019
Muchos países de Asia-Pacífico se definen a sí mismos como ‘economías del conocimiento’. La inversión anual en investigación, desarrollo e innovación de naciones como Japón o Corea, por ejemplo, es siempre superior al 3% del PIB. China invierte menos proporcionalmente, un 2%, si bien ronda los quinientos mil millones de dólares anuales (casi la mitad del PIB español).
Entre los seis países del mundo que dedican más recursos al desarrollo tecnológico están China (2), Japón (3), Corea (5) e India (6). Solamente Estados Unidos (1), o Alemania (4), son capaces de competir dentro del terreno tecnológico con los gigantes asiáticos. Y China, el próximo año 2020, podría incluso superar a EE.UU. como primer inversor mundial en I+D.
APUESTA POR LA ECONOMÍA DIGITAL
La economía digital, en China, representa un 30% del PIB. Es todavía inferior, en términos relativos, al porcentaje registrado en Estados Unidos, del 56%. Pero en algunos sectores, como fintech o e-commerce, China es líder mundial. Por ejemplo, según el FMI, la ratio del comercio electrónico sobre todas las ventas minoristas chinas asciende al 15%.
En Estados Unidos, sin embargo, este porcentaje no supera el 10%. Para 2021, las ventas minoristas online acabarán alcanzando el 18% del total en China, casi cinco billones de dólares (con doce ceros). Y las ventas globales de bienes de consumo rápido, o conveniencia, alcanzarán los 150 mil millones de dólares en 2025, según datos del Institute of China Electronic Commerce Center (CECC), revelados a DIRIGENTES. Por otra parte, en materia de pagos electrónicos, China también lleva ventaja con respecto a Estados Unidos. El sistema de pagos electrónicos del grupo Alibaba, por ejemplo, se ha extendido recientemente a Singapur, donde los turistas chinos pueden pagar utilizando sus teléfonos móviles como si estuvieran en China.
Y, en total, los sistemas de pagos electrónicos desarrolla- dos por las firmas tecnológicas chinas abarcan treinta países actualmente. Las inversiones chinas en la economía digital también han aumentado exponencialmente desde 2013. Si hace diez años apenas representaban un 6% del total mundial, las inversiones venture capital se han disparado hasta el 20% en 2018. Esto ha hecho, entre otras cosas, que la digitalización de los sectores económicos tradicionales en China aumentase hasta el 25% del PIB. El resto, son industrias jóvenes o nativas digitales, un 5%.
¿UNA AMENAZA AL EMPLEO?
Según el FMI, un incremento del 1% en la economía digital puede aportar hasta tres décimas porcentuales al PIB. Evidentemente, como sucediera durante las primeras revoluciones industriales, la digitalización ha destruido millones de empleos tradicionales. La digitalización en China ha destruido nueve millones de empleos industriales desde 2012. Foxconn, que entre otros bienes se dedica a ensamblar los móviles i-Phone en China, recientemente ha decidido sustituir sesenta mil trabajadores por otros tantos robots.
Sin embargo, los minoristas que utilizan el e-commerce para desarrollar sus ventas, han creado treinta millones de empleos desde 2008. Y el sector de las TIC, si bien no genera demasiados empleos en términos absolutos, ha triplicado sus salarios desde 2005. Por tanto, siguiendo este razonamiento, la digitalización ha contribuido positivamente a la creación de nuevos empleos en China.
Concretamente, su contribución neta ha sido positiva, siendo responsable del 30% de los nuevos empleos creados desde el año 2008, según el FMI. China cuenta con el 44% de las aplicaciones del segmento conocido como “economía colaborativa” a nivel mundial. El crecimiento de todos estos servicios turísticos, educativos, sanitarios o transporte, denominados online-to-offline u O2O, también van a contribuir significativamente al crecimiento del empleo en China. El consumo privado es, desde hace tiempo, uno de los motores principales del crecimiento económico en China. Ya supera el 50% en proporción del PIB. Y, en estos momentos, aporta a la tasa de crecimiento un 60%.
PERSPECTIVAS DE FUTURO
Hacia 2025, la digitalización en China será equivalente al 50% del PIB, alcanzando así los actuales niveles de países como Japón. La economía china, durante los últimos años, está desacelerándose al encontrarse inmersa en una transición desde el sector industrial hacia otro modelo de servicios.
La productividad de estos últimos es significativamente menor, si bien una rápida digitalización podría incrementarla, manteniendo un crecimiento del PIB superior al 5% hasta 2025. Los robots, por otra parte, no se espera que tengan un impacto significativo sobre el empleo. En primer lugar, reemplazarán únicamente a los trabajadores menos cualifica- dos, si bien representan un porcentaje cada vez menor sobre la fuerza laboral total. Y, en segundo término, el crecimiento estimado del sector servicios será suficiente para absorber las posibles bolsas de paro.
Conviene recordar que, pese a la desaceleración del crecimiento económico en China, el desempleo se ha mantenido estable (en una tasa ligeramente superior al 4%). Ahora bien, des- de 2010, el perfil profesional más demandado en China es matemático o ingeniero informático (con un crecimiento anual del 4%). Y, según estimaciones del Banco Mundial, siete de cada diez empleos en China podrían desaparecer por la automatización o digitalización hacia 2030.
LA TECNOLOGÍA EN MITAD DE LA GUERRA COMERCIAL
China mantiene su desconfianza hacia el sistema diseñado alrededor de las instituciones financie- ras estadounidenses, básicamente, desde 2008. En primer lugar, la desregulación de entidades sistémicas ‘’demasiado grandes como para dejarlas caer’’ condujo, inexorablemente, a un escenario de incertidumbre estrechamente relacionado con el riesgo moral.
Y, en segundo lugar, la emergencia económica de otras naciones del mundo, como China, también ha puesto en cuestión el sostenimiento de un patrón monetario basado exclusivamente en el dólar americano (sobre todo, tras las sucesivas expansiones monetarias de la FED).
El entonces primer ministro chino, Wen Jiabao, expresó la preocupación de China sobre el valor de sus activos denominados en dólares durante las asambleas legislativas anuales del año 2009. Y Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco Central de China (PBOC), propuso en su día crear una nueva divisa de reserva sin relación directa con estados que pudieran instrumentalizar su moneda para consumir a costa del ahorro exterior. Sin nombrarlo explícitamente, Zhou estaba refiriéndose a la idea de sustituir al dólar estadounidense por otra divisa internacional de reserva más estable, emitida desde el FMI, para proteger el valor del ahorro chino (el dólar americano sumaba alrededor del 65% de las reservas chinas en 2008).
LOS DERECHOS ESPECIALES DE GIRO (DEG)
Los DEG, sin apenas peso específico entre los principales bancos centrales del mundo, representan una unidad monetaria emitida por el FMI. Su valor es una media ponderada del dólar estadounidense (41,73%), euro (30,93%), renminbi chino (10,92%), libra esterlina (8,09%) y yen japonés (8,33%). Y solamente se pueden intercambiar entre estas cinco divisas. La proporción de los DEG con respecto a las reservas internacionales apenas roza el 5% del total (la divisa más utilizada sigue sien- do el dólar). Ahora bien, China lleva tiempo insistiendo en una solución al denominado “problema del dólar”.
Las políticas abiertamente expansivas de la FED, o expansiones monetarias cuantitativas consistentes en imprimir dinero, afectaron negativamente al valor de los activos financieros chinos denominados en dólares. Los bonos del tesoro americano cano en manos chinas sumaban 1,1 billones de dólares en 2009. Y la proporción del dólar sobre sus reservas internacionales era del 66%. EE.UU., dicho con otras palabras, había monetizado su deuda perjudicando a ahorradores e inversores internacionales como China. Desde entonces, el gigante asiático desea promover otra di- visa desvinculada de las necesidades económicas estadounidenses. “Quizás, incluso, una criptodivisa emitida desde varios bancos centrales del mundo”, señalan fuentes autorizadas a DIRIGENTES.
Nada más iniciarse la crisis en EE.UU., el dólar se depreció un nada desdeñable 16% frente al euro – de 1.26 a 1.51 dólares. El renminbi chino, anclado al dólar, se apreció un 1% frente a la divisa americana. Y, consecuentemente, también perdió un 18% frente al euro – de 8.65 a 10.25 renminbis. Sin embargo, tomando como referencia ese mismo periodo, el cambio relativo a los DEG no fluctuó tan bruscamente. El dólar solamente se depreció un 2%, de 1.50 a 1.53 DEG. El renminbi se apreció mínimamente (un 0.63%). Y el euro también avanzó algo menos del 3%.
Estos porcentajes, comparados con la volatilidad EUR/USD o EUR/RMB (sin olvidar el anclaje artificial del cambio USD/RMB), fueron mucho más estables. No parece probable ver al dólar perder su condición de reserva internacional dentro del corto-medio plazo. Y, mucho menos, hacerlo en favor de los DEG. Pero los chinos tampoco contemplan un sistema financiero dominado por una divisa tan inestable como el dólar a medio-largo plazo. China, comentan algunos analistas a DIRIGENTES, identifica la estabilidad cambiaría de sus relaciones comerciales con una “divisa”multilateral como los DEG.