La bolsa de Buenos Aires tuvo una fuerte caída de 3,9% el lunes siguiente a que Alberto Fernández le ganara a Mauricio Macri el período presidencial 2020-2024. Desde Brasil, Jair Bolsonaro reiteró críticas a los ganadores y proyectó dudas sobre la continuidad del Mercosur. El FMI, en tanto, aguarda reunirse con el nuevo mandatario para […]
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| 04 nov 2019
La bolsa de Buenos Aires tuvo una fuerte caída de 3,9% el lunes siguiente a que Alberto Fernández le ganara a Mauricio Macri el período presidencial 2020-2024. Desde Brasil, Jair Bolsonaro reiteró críticas a los ganadores y proyectó dudas sobre la continuidad del Mercosur. El FMI, en tanto, aguarda reunirse con el nuevo mandatario para tratar sobre la deuda.
Ese contexto –al que hay que sumarle una región convulsionada, la alta polarización local y un deterioro notable de los índices de pobreza– es el que consideran los inversores, observadores y organismos para identificar el rumbo que tomará, tras la transición, el país de las crisis recurrentes. En ese mismo escenario Macri invitó a su vencedor a desayunar el día después de las elecciones.
Con el encuentro, Macri buscó minimizar las exaltaciones provocadas durante la campaña en un contexto de índices macroeconómicos que muchos igualaron a los de la crisis de 2001, cuando esa nación se sumió en un prolongado caos que costó 39 vidas. Pero al mismo tiempo buscaba, lo mismo que Fernández, emitir señales de que habrá una transición ordenada, que Argentina no se subirá a la ola de inestabilidad regional y que honrará, tal vez con retraso, sus compromisos.
Con las protestas en Chile, Bolivia y Ecuador como telón de fondo, las miradas se volvieron a la tierra del peronismo atentas a las derivaciones que el resultado pudiera provocar, sobre todo relacionadas con la corrupción, dada la afición argentina por manifestarse en la calle, y después de que más de 30 millones de electores votaron con sus corazones, mentes y estómagos divididos entre un deseo de modernización, la percepción de un “peligro” para la república y necesidades básicas -como trabajo, alimentación, educación, vivienda- insatisfechas.
Así -tras incendiarios discursos triunfalistas de Cristina Kirchner y su adláter marxista Axel Kiciloff, exministro de Economía y gobernador electo del distrito electoral más importante de Argentina, Buenos Aires- cabía a Macri y al nuevo presidente la responsabilidad de llevar calma a los mercados, a la sociedad y al exterior. Se aguarda también la definición de los tipos básicos (en octubre fue de 68%) y no se teme más sangría de recursos tras la restricción a la compra de dólares.
También genera mucho interés conocer cuál será la política de Fernández respecto de la deuda argentina. Lo más probable, indican analistas, es una renegociación de plazos, pero también una eventual quita de capital. En agosto, la primera vez que Fernández le ganó a Macri en las urnas, los papeles argentinos se depreciaron 48 % en dólares.
La alianza encabezada por Alberto Fernández es vista como una jugada maestra de Cristina Fernández que responde en la Justicia por varias acusaciones de corrupción, ya que su triunfo le aseguraría inmunidad en los tribunales.
Ambos Fernández (que no son parientes a pesar del mismo apellido) apostaban por repetir el desempeño que tuvieron en las elecciones primarias (Paso), cuando vencieron a Macri por 16 puntos (48 % a 32 %, equivalentes a 12,2 millones sobre 8,1 millones de votos).
No obstante, Macri los sorprendió con un crecimiento de casi 10 puntos, lo que equivale a más de 2,2 millones de votos, mientras que los peronistas no sumaron más que medio punto porcentual, equivalente a 100.000 votos. Esos números equilibran las fuerzas.
Ahora, con respectivos 48 y 40 %, Alberto Fernández y Mauricio Macri representan a las dos cuasi mitades en que ha quedado partida una sociedad ya marcadamente polarizada, escenario descrito como fértil para la “venezuelización” que auguraban los críticos del retorno de la izquierda al poder. Pero, dada la menor distancia entre ambos, se presupone que no habrá excesos por parte de la coalición ganadora (cuyos líderes habían amenazado que vendrían “a por todo”).
En resumen, la primera semana ha transcurrido en un clima mucho más civilizado que el anterior cambio de gobierno, cuando Cristina Kirchner llegó inclusive a negarse a entregar el mando a Macri. Resta por verse cómo continuará este “romance” inicial entre los equipos de ambos lados considerando la proximidad de diciembre, un mes que tradicionalmente exalta los ánimos allí, más aún cuando no hay dinero, como es ahora el caso.