La pandemia ha provocado una contracción económica sin precedentes. No obstante, hay que valorar desde qué punto partía España antes de la irrupción del coronavirus. La circunstancia anterior ya venía dibujando una senda de desaceleración e inestabilidad, en concreto, desde 2018. A esto hay que añadir que había acumulado un importante nivel de deuda en […]
NacionalDirigentes Digital
| 29 jul 2020
La pandemia ha provocado una contracción económica sin precedentes. No obstante, hay que valorar desde qué punto partía España antes de la irrupción del coronavirus. La circunstancia anterior ya venía dibujando una senda de desaceleración e inestabilidad, en concreto, desde 2018. A esto hay que añadir que había acumulado un importante nivel de deuda en la última década, por lo que la emergencia sanitaria se presentó delante de un país “sin margen de maniobra para afrontar la recesión“. Así lo relata el economista y profesor de la Universidad de Vitoria, José María Rotellar, en un evento organizado por la Cámara de Comercio.
Ante un escenario, ya de por sí delicado, las medidas de confinamiento lo agravaron aún más, pero para ver la evolución de la economía, Rotellar asegura que “habrá que esperar a octubre para ver realmente cuántas empresas han quedado en pie”, es decir, una vez transcurrida la época estival. Achaca que uno de los mayores problemas es que “muy pocas personas se han dado cuenta de que quien sujeta la estructura económica de un país son las empresas“. En este sentido, considera que las administraciones deberían dotar de liquidez suficiente a las organizaciones para que puedan afrontar sus pagos y haberles condonado los impuestos para mantenerlas a flote porque así se genera actividad económica y, por tanto, empleo. En caso de no hacerlo, “se gastarán lo mismo y más después en prestaciones por desempleo”, comenta.
Por otro lado, el proceso de desescalada se ha producido “muy lentamente” y las restricciones impuestas han provocado que muchas empresas ni siquiera volviesen a colgar el cartel de abierto porque las cuentas no les cuadraban, principalmente, en comercio y hostelería. A esto hay que sumar la rama de actividad turística, gravemente herida por la COVID-19, que ahora tiene que enfrentar otro obstáculo: las cuarentenas impuestas por varios países a sus viajeros al volver a su país de origen. A la espera de la evolución de los acontecimientos, la caída de la economía rondará el 10% y todo dependerá de las empresas que puedan continuar con su actividad, de la confianza empresarial que se genere y de la facilidad que se le dé al empresariado.
En la jornada se ha reflejado que los últimos seis meses del años no caracterizados por el optimismo y el impacto sobre el empleo será igualmente notable. Con los datos de la EPA que se dieron a conocer este martes, que registran la peor evolución de ocupados de la serie histórica con 13.901.000 personas trabajando en el segundo trimestre, “esto puede ser solo el aperitivo de lo que nos espera si no empezamos a dar un rumbo completo a la política económica, porque estamos dejando sin capacidad de maniobra al sector privado”, asevera el economista y profesor de la Universidad de Vitoria.
El fondo de recuperación alcanzado por la UE para contribuir a la reparación de los daños económicos y sociales provocados por la pandemia es una buena noticia para Europa. No obstante, aclara que las empresas tienen que seguir apelando a las ayudas y a la financiación disponible, puesto que lo que “no pueden esperar es que estos fondos les solucionen nada porque no van a llegar directamente a ellas“. En definitiva, considera que las compañías necesitan un terreno de juego despejado que les permita producir y generar riqueza.
¿Qué medidas necesita el tejido empresarial para afrontar el segundo semestre? En respuesta a DIRIGENTES, Rotellar comenta que sigue siendo necesaria la condonación de impuestos. “Es mejor dejar de ingresarlos y que puedas mantener en pie algo que te va a generar actividad económica y recursos en el futuro que intentar recaudar ahora y contribuir al cierre de las empresas“. Un hecho que desembocaría en pérdida de capacidad productiva, más parados, más prestaciones por desempleo, menos ingresos por impuestos y por cotizaciones sociales.