Con sede en la Comunidad Valenciana, pero con una visión global, REDIT trabaja para impulsar el desarrollo socioeconómico a través de la innovación. En una charla con DIRIGENTES, su director general, Gonzalo Belenguer, explica cómo los 11 centros que componen la organización han evolucionado desde su nacimiento en los años 80 hasta la actualidad, con […]
PYMESDirigentes Digital
| 23 dic 2022
Con sede en la Comunidad Valenciana, pero con una visión global, REDIT trabaja para impulsar el desarrollo socioeconómico a través de la innovación. En una charla con DIRIGENTES, su director general, Gonzalo Belenguer, explica cómo los 11 centros que componen la organización han evolucionado desde su nacimiento en los años 80 hasta la actualidad, con el objetivo constante de aportar valor al tejido pyme y micropyme.
La Red de Institutos Tecnológicos de la Comunidad Valenciana (REDIT) se crea oficialmente en los años 80. En una primera fase nacieron una serie de centros dirigidos a sectores tradicionales de la Comunidad Valenciana, como juguete, calzado, cerámica o agroalimentación, con una visión muy vertical. Y, en una segunda fase, durante los años 90, se creó otro grupo de centros con una visión más transversal ante la necesidad de trabajar para las empresas, centrados en energía, TICs, biomecánica y logística. Con ese compendio de realidades se conforma la red tal y como la concebimos, con una misión que es la misma que tenemos hoy en día: tratar de contribuir a mejorar la competitividad empresarial a partir de la I+D+i.
El 99 por ciento de las empresas en la Comunidad Valenciana son pymes, micropymes y heroica pymes. Para empresas de esas dimensiones resulta muy complicado tener un departamento de I+D+i y recursos que se puedan incorporar a sus organizaciones. Por eso, nosotros ocupamos el espacio intermedio entre lo que sería el mundo académico y el de la empresa. Nuestra misión es ayudarlas a captar ese conocimiento basal, convertirlo en conocimiento que aplique a los sectores y, sobre todo, trabajar para transferirlo.
Si analizamos nuestro modelo de actividad, en el último año los ingresos superan los 146 millones de euros, de los que el 56% corresponde a actividad económica; es decir, actividad que hace el centro con la empresa, garantizando esa transferencia. Y el 44% restante es generación de I+D, conocimiento básico aplicado a sectores productivos. Además, contamos con financiación pública procedente de fondos del Instituto Valenciano de Competitividad (IVACE), la Dirección General de Innovación, de la Administración Central y también de la Unión Europea, entre otros. Este modelo económico refleja realmente nuestra misión. Ocupamos un espacio intermedio entre la empresa y la universidad, que es lo que garantiza que el sistema funcione y que capte I+D, cree conocimiento, lo aplique a sectores y lo transfiera a las empresas para contribuir a su competitividad empresarial.
Los centros tecnológicos que se agrupan en REDIT en la actualidad nacieron en los años 80 y 90. Loss primeros pasos se dieron en el norte de la Comunidad Valencia, con la cerámica de Castellón, y al sur, con el calzado de Elda y Elche. Allí se dio una situación sobrevenida porque ya, en aquella época, las pequeñas empresas del calzado exportaban a mercados internacionales y en un momento dado, el mercado alemán cambió la normativa y los zapatos que un día eran buenos y competitivos para el mercado alemán, de repente dejaron de serlo y empezaron a ser devueltos
En aquel momento, no existía ninguna organización ni sistema que ayudara a las empresas del sector del calzado a entender lo que estaba pasando ni, sobre todo, a generar una capacidad de reacción en forma de ensayos o estudios. Al final, era una pérdida de competitividad por no lograr los estándares de calidad que exigía el mercado, lo que llevó a los empresarios del calzado a colaborar para pensar cómo podían solucionar este problema entre todos.
Más tarde el gobierno valenciano utilizó este caso de éxito para formar una red que atendiera a los sectores productivos tradicionales de la región, algo que ya existía en Europa. REDIT fue la primera red que se creó en España y al albur de la actividad que desarrollamos, País Vasco, Cataluña y otras regiones fueron desarrollando sus propios modelos. Nuestra experiencia emana de la realidad empresarial y, de alguna forma, refleja lo que somos en la actualidad: asociaciones privadas sin ánimo de lucro donde los órganos de gobierno de los centros tecnológicos lo forman las principales empresas de cada uno de los sectores productivos. Por tanto, la dinámica, las estrategias y las líneas de trabajo de los propios centros están orientadas a atender a los sectores industriales a partir de las casuísticas y necesidades de cada uno de ellos.
Oficialmente estamos en el sector agroalimentario, calzado, textil, juguete, cerámica, energía, TICs, logística de envase y embalaje, madera y metal, plástico y biomecánica. No obstante, a lo largo de estos casi 50 años, la actividad de nuestros centros ha evolucionado hacia un modelo mucho más transversal. Es decir, partíamos de la verticalidad de los años 80 y 90, y ahora se está dando una aplicación de ese conocimiento desarrollado por un centro en otros ámbitos más allá de los sectores en los que están especializados . Así tenemos centros tecnológicos que están llevando a cabo estrategias en hidrógeno verde con proyectos e iniciativas muy potentes, aunque su origen está en otros sectores muy alejados de este. Se podría pensar que es magia o casualidad, pero es evolución de conocimiento y aplicación de conocimiento a otros ámbitos.
Otro factor interesante para entender la realidad actual es la colaboración que se da entre los centros para atender los retos que no existían cuando se concibió la red. Por ejemplo, no tenemos un centro tecnológico aeroespacial o de movilidad sostenible, sino que los centros trabajan con el sector automovilístico y la industria auxiliar desde hace décadas. No se trata de crear algo específico para cada una de las realidades sectoriales como de la capacidad de maximizar las capacidades instaladas, en este caso en la Comunidad Valenciana.
Este dato es consecuencia de la combinación de dos estudios pioneros. Por una parte, analizamos las líneas de investigación de los centros según los criterios de la innovación responsable (RRI) . Y, por otra parte, cuantificamos la medición objetiva del impacto cuantitativo en el ámbito social y ambiental de los centros tecnológicos. Es un camino ignoto que estamos trabajando con una metodología certificada (SROI) y que nos ha dado un dato notable, pero, sobre todo, hemos conseguido un punto de partida sobre el que construir y mejorar la medición de la generación de impacto positivo en el ámbito social y ambiental.
Estos 1.505 millones de euros emanan de las buenas prácticas que los 11 centros están aplicando en estos dos ámbitos, el social y el ambiental. Por cada euro invertido estamos generando un retorno de 7,64 euros. La buena noticia es que ya tenemos el camino que queremos seguir y en el que nos queremos posicionar porque no se ha hecho nada a nivel europeo en este ámbito. Creo que, para la Comunidad Valenciana y España, tener una red de centros trabajando en esta línea es un activo de todos que nos ayudará a mejorar en estos indicadores.
Lo primero que nos tenemos que preguntar es qué tipo de sociedad queremos. La innovación contribuye a la generación de valor y de un tejido empresarial de alto valor e impacto, sea de base tecnológica o no. Esto permite pagar buenos sueldos, contribuir al desarrollo socioeconómico de los territorios y, en definitiva, contribuir a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Creo que no hay vuelta atrás y deberemos apostar por mejorar la competitividad como sociedad a partir de la generación de valor.
Si queremos esto, deberemos de mejorar la calidad de la educación y de los servicios sociales porque vamos a apostar por un modelo de calidad donde los requerimientos son otros completamente diferentes. En definitiva, la competitividad requiere una serie de inversiones públicas y privadas, y creo que ese es el camino que seguir, si queremos una sociedad y un país prósperos y en desarrollo.
Nosotros decimos que todo el trabajo que hacen los centros emana y concluye en el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas. Por tanto, si lo que queremos es trabajar en aportar valor, debemos aproximar la oferta formativa al tejido empresarial . En ese sentido, estamos trabajando con la Dirección General de Formación Profesional de la Comunidad Valenciana y con Labora para aproximar la demanda de perfiles empresariales a la oferta formativa y contribuir a dar la formación necesaria a los desempleados, a los futuros profesionales e, incluso, a los chavales que están en el instituto.
Creo que en España adolecemos de tener un gran gap entre oferta formativa y demanda empresarial, que es la permanente queja de muchos empresarios cuando contratan gente que no está suficientemente cualificada para lo que ellos están demandando. Y es precisamente en el punto en el que estamos, intentando identificar los retos y las necesidades reales para conseguir que los demandantes de empleos estén cualificados para las ofertas actuales de empleo y las nuevas que surjan en el futuro
La localización de los centros es la Comunidad Valenciana, pero nuestra visión global nos lleva a trabajar en cualquier parte del mundo. De hecho, muchas de las grandes multinacionales de referencia trabajan de forma permanente con nuestros centros tecnológicos. Por ponerte un ejemplo, AIMPLAS, el centro tecnológico del Plástico, que está a muy pocos metros de nuestras oficinas Paterna, está trabajando con la NASA . Estamos en la Comunidad Valenciana, pero obviamente las colaboraciones son a nivel nacional e internacional.
En 2021, cerca de 16.000 empresas de la Comunidad Valenciana y de otras regiones del país, han trabajado con nuestros centros. Teniendo en cuenta que ha sido en periodo pandémico, ha supuesto un incremento del 6% con respecto al año anterior. La derivada es infinita. Cuanto más ayudes a una empresa, más competitiva es. Según un estudio de impacto que hicimos con la Universidad Complutense de Madrid, aquellas empresas que trabajan con nuestros centros son un 7% más productivas y exportan un 25% más fuera de la Unión Europea. Se trata de aportar valor y la consecuencia es que, cada año, más empresas colaboran con nosotros de manera permanente, lo que significa que la red les está aportando valor y les está ayudando a ser más competitivas.
La relación que se establece entre un centro tecnológico y una empresa es una relación de confianza que, en muchos casos, comienza en una pequeña formación o un pequeño encuentro empresarial y, a partir de ahí, evoluciona y escala a grandes proyectos de I+D+i.
El hecho de generar confianza es un elemento diferencial de la red, al igual que nuestra forma de concebir la innovación y el valor que aportamos a las organizaciones empresariales. Lo interesante es, poner una red de casi 2.000 personas expertas en soluciones tecnológicas a disposición de las pymes y micropymes para descubrir cuál es la solución y la propuesta de valor que contribuye a mejorar su competitividad y solventar sus problemas. Allí donde se requiera una innovación empresarial, habrá una solución de REDIT.
Nuestra manera de interactuar con otras organizaciones es de igual a igual. Creo que después de casi 50 años de trabajo en red tenemos un gran activo a nivel nacional y que podemos exportar nuestro modelo a otros países, sobre todo a Latinoamérica donde la casuística es muy similar y con la que nos unen lazos culturales e históricos. Para nosotros, poder compartir líneas de trabajo y de investigación entre España y Latinoamérica es una gran oportunidad. Esta es nuestra visión y estamos consiguiendo avances importantes, además de contribuir a acercar territorios, con la construcción de puentes a través de la innovación y el aprendizaje mutuo.
Los 11 centros forman parte de nuestra red y, en algunos casos, “compiten”. Además, existe un orgullo de pertenencia a una red que los hace mucho más relevantes. Nuestros institutos también trabajan de forma conjunta. Un ejemplo de esto es el proyecto iMoLab, que cuenta con la financiación del IVACE y de la UE. En él colaboran seis centros para desarrollar seis demostradores que analizarán y definirán cómo será la movilidad sostenible en el futuro.
Como red, tenemos otros retos colectivos que van más allá de los proyectos. Este años hemos presentado un fondo de inversión creado por los propios centros tecnológicos. Es un proyecto que se llama Redit Ventures y está financiado por nuestros institutos para generar nuevas empresas de base tecnológica a partir del conocimiento emanado de la propia red. Con él queremos apoyar proyectos que, por su disrupción, no se pueden transferir al tejido empresarial actual, pero que constituidos de forma conveniente y evolucionados son empresas solventes, tecnológicas y disruptivas.
De este modo, contribuimos a complementar la actividad de los sectores productivos industriales de la Comunidad Valenciana y a consolidar un tejido empresarial industrial tecnológico que generará y atraerá tanto inversiones, como talento a nuestra región. Para mí, es un ejemplo magnífico de colaboración.
Las líneas de trabajo para 2023 van a ser muy similares a las desarrolladas en 2021 y 2022. La parte de compartir y transferir modelo de red va a ser una constante y también vamos a seguir incidiendo en la necesidad de colaborar entre los centros y el ecosistema que hemos creado para aportar valor a la región y al resto del país. Yo solo le pediría a 2023 que persista la estabilidad necesaria para los ecosistemas de innovación y seguir tanto trabajando como aportando valor a las empresas y a los ciudadanos.