La inversión empezó a tomar conciencia de la gravedad de la pandemia antes de que lo hicieran los gobiernos. El selectivo español alcanzó su cotización máxima de los últimos dos años el 19 de febrero, con 10.083 puntos, pero a partir de entonces no dejó de descender hasta su mínimo el 16 de marzo, 6.107 […]
NacionalDirigentes Digital
| 12 jun 2020
La inversión empezó a tomar conciencia de la gravedad de la pandemia antes de que lo hicieran los gobiernos. El selectivo español alcanzó su cotización máxima de los últimos dos años el 19 de febrero, con 10.083 puntos, pero a partir de entonces no dejó de descender hasta su mínimo el 16 de marzo, 6.107 puntos.
Los altibajos desde entonces han tenido mucho que ver con los diferentes anuncios por parte de organismos como el Banco Central Europeo, la Reserva Federal, la Comisión Europea o los gobiernos nacionales. Esta evolución ha seguido siendo positiva hasta el 8 de junio, que el Ibex35 se elevó hasta los 7.896 puntos. De ese modo, al final de la segunda semana de junio ha perdido en torno a un 7% del valor con el que empezó la semana. ¿Se ha acostumbrado el mercado a los estímulos constantes?
Organismos como el FMI o la OCDE señalan que los inversores fueron presa de la desconfianza en las últimas semanas de febrero y las primeras de marzo. Ante eso, los gobiernos reaccionaron para calmar las ventas que hicieron perder a las bolsas gran parte de su valor, casi la mitad en el caso del índice de referencia español.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, explicó en la noche del 10 de marzo que haría “lo que haga falta, cuando haga falta y donde haga falta“, si bien estas palabras no fueron acompañadas de medidas de calado. Por ello, al día siguiente el Ibex35 recogió con timidez al anuncio del gobierno español, con una caída del 0,34%. A este anuncio le sucedió una tibia reacción del Banco Central Europeo, que puso en marcha un programa de compra de deuda por valor de 120.000 millones de euros. De hecho, Lagarde explicó que calmar a los inversores no era su función: “No estamos aquí para reducir las primas de riesgo. No es la función del BCE”. La respuesta del mercado fue la caída más abrupta de la historia del Ibex35, al precipitarse un 14%.
Ante esos sucesos, ambos dirigentes reconsideraron sus planes y trataron de dar empuje a la inversión. Una semana después de su primer anuncio, Sánchez comunicó una movilización de recursos “colosal”, cercana a los 200.000 millones de euros que sirvió como acicate para la bolsa, que consiguió corregir su tendencia negativa al mejorar su cotización un 6,4%. Por su parte, Lagarde hizo lo propio y presentó un programa de 750.000 millones de euros, e incluso imitó el leitmotiv de su predecesor, al decir que su institución “explorará todas las opciones y todas las contingencias para apoyar a la economía”, a lo que el selectivo español respondió con una subida del 1,9% el 19 de marzo.
Desde entonces las bolsas respondieron con ascensos moderados que se parecen a la V asimétrica a la que tanto se alude estos días. Uno de los últimos grandes anuncios se produjo el 27 de mayo, cuando Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, comunicó su Plan de Reconstrucción a nivel comunitario, dotado con 750.000 millones de euros. Esta noticia acentuó la tendencia positiva, si bien no han vuelto a producirse hechos de calado que puedan influir en la inversión.
La Reserva Federal enfrió los ánimos el pasado jueves al prever una recesión del 6,5% en Estados Unidos. Asimismo, su máximo mandatario, Jerome Powell, advirtió de que los tipos de interés no se moverían. Estas revelaciones han enfriado las expectativas inversoras, que hicieron encadenar una semana entera de caídas hasta el pasado viernes, con el descenso del 5% del jueves.
En esta situación de incertidumbre, los mercados reaccionan con fuerza ante cada uno de los anuncios. La profesora de la Universidad de Zaragoza, Sara Barcenilla, hace hincapié en el apetito infinito del mercado ante los estímulos. “Acostumbrados a los estímulos expansivos- tanto monetarios como fiscales- tan decididos que se han adoptado, cualquier retroceso genera incertidumbre en unos mercados excesivamente ‘mimados’ y sensibles”, dice Barcenilla. En ese sentido, observa la facilidad que existe para introducir medidas expansivas, si bien lo difícil es retirarlas: “cada actuación de las autoridades económicas a fecta, a veces deproporcionadamente, a la evolución de los mercados”.