Fabiana Fedeli, CIO de Activos Múltiples, Renta Variable y Sostenibilidad de M&G, explica que los indicadores de éxito serán el grado en el que los compromisos se conviertan en acciones. El cambio de rumbo requiere voluntad política, responsables políticos ambiciosos, estrategias de aplicación y mecanismos de financiación. La crisis energética mundial ha aumentado la complejidad del reto […]
| 21 nov 2022
Fabiana Fedeli, CIO de Activos Múltiples, Renta Variable y Sostenibilidad de M&G, explica que los indicadores de éxito serán el grado en el que los compromisos se conviertan en acciones. El cambio de rumbo requiere voluntad política, responsables políticos ambiciosos, estrategias de aplicación y mecanismos de financiación.
La crisis energética mundial ha aumentado la complejidad del reto de abordar el cambio climático. Aunque no se prevé el éxito de ninguno de los compromisos a largo plazo, como la eliminación del carbón, el contexto actual. Con el telón de fondo actual, podrían limitarse más los compromisos a corto plazo.
Uno de los puntos clave de la COP de este año es el establecimiento de un marco para compensar a los países menos desarrollados por las "pérdidas y daños" relacionados con el clima debidos a la acumulación histórica de emisiones, con un acuerdo sobre un mecanismo o servicio a través del cual se pueda financiar. La Guía de Sharm El Sheikh para una financiación justa, presentada en la COP27, ofrece un marco destinado a acelerar los flujos de financiación climática, en particular hacia las economías en desarrollo.
La incapacidad de los países desarrollados para cumplir su compromiso de financiación de 2009 de 100.000 millones de dólares anuales para 2020, ha erosionado la confianza entre los países desarrollados y en desarrollo. Sin embargo, al observar que este compromiso representa sólo una fracción de la financiación mundial
para hacer frente al cambio climático, ahora hay que centrarse en reconstruir el impulso y ofrecer soluciones escalables para hacer frente a las carencias colectivas.
Un artículo reciente de McKinsey & Co estima que el gasto de capital acumulado en activos físicos (tecnología, infraestructuras y recursos naturales) para la transición a cero, tendría que pasar de una media anual de una media anual de 5,7 billones de dólares en la actualidad, a 9,2 billones de dólares hasta 2050.
A través de la legislación, los gobiernos han empezado a reclamar la posición de liderazgo que todos hemos defendido. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de EE.UU. ha establecido una norma mundial para incentivar la reducción de emisiones al proporcionar visibilidad de subvenciones a largo plazo para la energía eólica la energía solar, los biocombustibles, el hidrógeno y la captura y almacenamiento de carbono. Esto proporciona una visibilidad muy necesaria para los desarrolladores de tecnología establecida (eólica y solar) y también llevará a las nuevas tecnologías a la fase de despliegue. El proyecto de ley del IRA es fundamental para proporcionar un marco sólido que fomente la inversión del sector privado.
Aunque parece más difícil que el Reino Unido y Europa actúen de manera decisiva en este ámbito, dada la mayor dependencia de los combustibles fósiles con mayor contenido de carbono a corto plazo, debido a los retos actuales para asegurar las fuentes de energía.
La clara necesidad de mejorar la seguridad energética y diversificar las fuentes de suministro, añade una nueva urgencia a medio plazo al desarrollo de la industria de las energías renovables. De hecho, la legislación RePowerEU que se estableció en mayo de este año, está diseñada para apoyar el desarrollo de tecnologías de baja emisión de carbono, para acelerar el camino hacia la autosuficiencia energética, manteniendo al mismo tiempo compromisos de descarbonización. Además, iniciativas como el Fondo de Innovación de la UE, que ofrece subvenciones para el desarrollo y la ampliación de tecnologías innovadoras de baja emisión de carbono, se han convertido en un elemento clave de la estrategia de la UE.
Si bien es posible que no veamos compromisos adicionales a corto plazo de la COP27, debido a la actual crisis energética, es probable que veamos proyectos más ambiciosos a largo plazo. Por ejemplo, el reciente acuerdo entre la UE, Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Canadá, Noruega y Singapur para desarrollar un mercado internacional de energía fósil que minimice las emisiones de metano y CO₂ en toda la cadena de valor. Como siempre, la ejecución es lo que importará al final y garantizará que los compromisos no se conviertan en algo vacío.
Desde una perspectiva financiera más amplia, los compromisos de coaliciones como GFANZ (Global Financial Alliance for Net Zero, que incluye a propietarios y gestores de activos) que incluye a propietarios y gestores de activos) seguirán siendo objeto de de activos, y sus miembros tendrán que comentar los avances logrados en la
alinear las inversiones con los objetivos del Acuerdo de París. Al ayudar a a dirigir la financiación hacia soluciones sostenibles, una mayor colaboración entre los sectores público y privado ayudará a desbloquear las oportunidades para la inversión.
Los gestores de activos, por su parte, han ido evolucionando para satisfacer las crecientes necesidades de los inversores. Al alinear carteras con Net Zero, las empresas han estado dirigiendo recursos y tecnologías para comprender mejor la exposición al carbono, con las empresas en las que invierten para fomentar la fijación de objetivos.
No cabe duda de que las instituciones financieras tienen un papel que desempeñar, pero es necesaria una acción coordinada y cooperativa de todos los sectores, incluidos los agentes gubernamentales y no gubernamentales, para traducir los compromisos en acciones.
Alcanzar nuestros objetivos climáticos al tiempo que permitimos una transición justa es una tarea difícil, pero no insuperable. Es nuestra responsabilidad colectiva y requiere soluciones de colaboración. Mientras, intensificar las negociaciones formales esta semana, el pragmatismo, la determinación y la y la responsabilidad serán las claves del éxito.
