El precio del barril de Brent se encuentra en mínimos de hace 17 años. Es decir, un barril cuesta lo mismo que en el 2003 y ha llegado a estar en mínimos de 2002. Con el Brent cotizando en 33 dólares y el WTI en 26 dólares son muchos los inversores que se preguntan qué […]
BolsasEl precio del barril de Brent se encuentra en mínimos de hace 17 años. Es decir, un barril cuesta lo mismo que en el 2003 y ha llegado a estar en mínimos de 2002. Con el Brent cotizando en 33 dólares y el WTI en 26 dólares son muchos los inversores que se preguntan qué está pasando con el precio del crudo. Lo cierto es que, además de la crisis del coronavirus, están influyen otros factores que son fundamentales.
Crisis del COVID-19
La primera clave es, sin duda, la pandemia generada por la expansión del coronavirus. La mayor parte de los transportes a nivel mundial se mueven con derivados del petróleo y, por tanto, el precio del crudo sirve como termómetro para conocer la situación económica mundial. Solamente el trafico aéreo en un año ha caído un 60%, a esto hay que añadirle la fuerte reducción de los desplazamientos por carretera de los particulares y la paralización económica de los principales países del mundo.
Por todo ello, la OCDE ha revisado un 30,6% a la baja su pronóstico de la demanda mundial de petróleo en 2020, hasta 825.000 barriles diarios, su peor dato desde 2011. Lo peor de todo es que incluso podía ser inferior al pronostico porque la última revisión es de febrero, antes del confinamiento de Europa y Estados Unidos.
Tensiones geopolíticas
Si el primer factor es la fuerte caída de la demanda de crudo por el coronavirus, el segundo tiene que ver con las tensiones geopolíticas que se han producido en las últimas semanas. Arabia Saudí, Rusia y Estados Unidos están protagonizando una guerra de precios.
El 8 de marzo Arabia Saudí propuso a Rusia una reducción conjunta de la producción mundial de crudo para acoplarse a la demanda mundial y no generar un stock masivo que hundiera el precio del Brent. Rusia no aceptó el recorte de producción y Arabia Saudí inició una guerra de precios al producir más crudo provocando un fuerte descenso del precio, que llegó a estar en los 22,7 dólares. Una estrategia de presión para que Rusia cediera y aceptara recortar la producción, algo que no parece probable en estos momentos, aunque sí en un medio-corto plazo.
“Arabia Saudita trata su petróleo como una gran, pero finita, reserva y busca maximizar su valor a largo plazo. Por lo tanto, quiere que los precios del petróleo no sean tan altos como para que la economía mundial se resienta y las empresas se vean obligadas a cambiar a fuentes de energía alternativas, pero tampoco demasiado bajos, ya que Oriente Medio depende en gran medida del crudo. Así pues, los saudíes están dispuestos a sacrificar sus ingresos a corto plazo (disminuyendo su producción) para aumentar el valor de sus yacimientos de petróleo a largo plazo (manteniendo el equilibrio entre la oferta y la demanda)”, comenta Alfredo Álvarez-Pickman, gestor del fondo Key Capital OCHO.
Por su parte, el problema es que Rusia “no puede permitirse pensar a muy largo plazo y, a diferencia de los saudíes, los rusos no pueden permitirse el lujo de reducir la producción”, comenta Álvarez-Pickman. El presupuesto de Rusia está equilibrado (en teoría) a 50 dólares de petróleo junto a niveles de producción actuales. Un menor volumen traería consigo un aumento de los precios a largo plazo, pero también un descenso de los ingresos a corto plazo.
Estados Unidos
Por otro lado, Estados Unidos también juega un papel muy importante ya que el fracking le ha permitido ser el primer productor de petróleo del mundo. Actualmente EE.UU. produce 15 millones de barriles al día, aunque todavía consume casi 20 millones de barriles al día. Además, la actual situación amenaza el objetivo del presidente Trump de que EE.UU. alcance la independencia energética y se mantenga como el principal productor de petróleo del mundo. “Y a las puertas de unas nuevas elecciones, tampoco le interesa el impacto negativo que los actuales precios puedan tener en estados productores de energía como Texas, Dakota del Norte y Pensilvania, muy rica en gas”, señala el gestor del fondo Key Capital OCHO.
Por todo ello, parece que la actual situación no es rentable para ninguno de estos tres países, que parecen condenados a entenderse si no quieren sufrir una quiebra de las empresas petroleras de los diferentes países. De hecho, según apuntan los informes oficiales de Estados Unidos, con el petróleo a 30 dólares ninguna plataforma de fracking gana dinero. Por ello, las más pequeñas corren el riesgo de quiebra, algo que no le interesa a Donald Trump en año electoral. Es más, el presidente ya ha amenazado con aumentar los aranceles al petróleo importado como medida para sostener la industria.