A nadie se le escapa que las elecciones en EE.UU. del próximo 3 de noviembre son un evento clave a nivel global. Sin duda generarán cada vez más incertidumbre a medida que se acerque la fecha y se intensifique la campaña, sin olvidar que en esta ocasión se vislumbra otra fuente potencial de desasosiego: la […]
A nadie se le escapa que las elecciones en EE.UU. del próximo 3 de noviembre son un evento clave a nivel global. Sin duda generarán cada vez más incertidumbre a medida que se acerque la fecha y se intensifique la campaña, sin olvidar que en esta ocasión se vislumbra otra fuente potencial de desasosiego: la creciente probabilidad de que el ganador, y quizás el equilibrio de poder en el Congreso, no se conozca la noche de las elecciones. Ya ocurrió en el año 2000, cuando George W. Bush tuvo que esperar varias semanas para ser certificado como ganador frente a Al Gore. De ahí la advertencia de Jeremy Lawson, economista jefe y director del Instituto de Investigación de Aberdeen SI: “Es probable que la indignación sea especialmente aguda si el resultado de las elecciones deja muy cerca entre sí a los dos candidatos”. Y en la misma idea insiste Benjamin Melman, CIO de Edmond de Rothschild AM, al señalar que “el peor de los escenarios, dado el alto grado de polarización política en EE.UU, sería que se pusieran en duda los resultados electorales”.
Sin perder esto de vista, ¿qué puede ocurrir?. Es cierto que Biden va por delante en las encuestas, pero no lo es menos que Trump ya las batió hace cuatro años cuando se daba casi por hecha una victoria de Hillary Clinton. Hay varias opciones: 1) Que se produzca la denominada “ola azul”, es decir, que los demócratas lleguen a la Casa Blanca y al Senado y mantengan el control de la Cámara. 2) Que se dé un escenario de estancamiento porque Biden ocupe la Casa Blanca pero los republicanos retengan el control del Senado, por lo que podrían bloquear las principales iniciativas demócratas, como ocurrió en el segundo mandato de Obama. 3) Statu quo, es decir, Trump es reelegido y los republicanos mantienen el Senado, el escenario actual. 4) Que Trump sea reelegido pero los demócratas se hagan con el Senado, lo que daría paso a una situación de gran hostilidad. Teóricamente es posible pero los expertos coinciden en que es la opción más improbable.
Gestores y analistas coinciden en señalar la política fiscal, la política energética y la política comercial como los tres grandes puntos de fricción entre los dos candidatos. Respecto al primero, Sandrine Perret, de Vontobel Wealth Management, destaca que lo más importante del programa de Biden es que se centra en la subida de impuestos. “No sólo quiere aumentar la tasa del impuesto de sociedades del 21% al 28%, sino que también busca crear uno sobre las rentas más altas y mover la tasa máxima del impuesto sobre la renta de nuevo del 37% al 39,6%”. Con ello, desharía parcialmente los recortes de tributos implementados por la administración Trump al llegar al poder y que éste quiere mantener. Además, el candidato demócrata también planea duplicar la tasa impositiva para las subsidiarias extranjeras de empresas estadounidenses.
Sobre política energética, Trump proporcionaría un régimen fiscal y regulatorio más amigable para la energía tradicional (petróleo, gas natural y carbón), así como un apoyo continuo para el “fracking”. En cambio, una presidencia de su rival terminaría con los subsidios a los combustibles fósiles y crearía más oportunidades para la energía limpia (energía eólica, solar, incentivos para fabricar vehículos eléctricos y hogares energéticamente eficientes…). “Joe Biden en la Casa Blanca y el control del Senado en manos de los demócratas podría ser un gran propulsor para el cambio climático como tema de inversión”, afirma Simon Webber, gestor de Schroders. Y es que, Marouane Bouchriha, gestor de Edmond de Rothschild AM, recuerda que el candidato demócrata “está listo para destinar enormes recursos a la lucha contra el cambio climático, a través de un plan de inversión de dos billones de dólares en cuatro años”.
En cuanto a la política comercial, el enfrentamiento con China ha sido la pieza central de la política comercial de Trump durante su primer mandato. La actual administración alcanzó un acuerdo de fase 1 a principios de año, pero desde entonces la tensión ha sido constante por la pandemia y las prácticas comerciales de las tecnológicas chinas. En un segundo mandato, Trump continuaría con su retórica dura y su enfoque unilateral.
Biden ha sugerido que la guerra comercial ha sido mala para consumidores y agricultores de su país, pero también es beligerante en este punto y está de acuerdo con Trump en que EE.UU. debe ser duro con China y fortalecer su liderazgo. Así, propone una inversión de 300.000 millones en gasto en tecnología made in USA, “que incluye 5G, IA y ciberseguridad, para seguir siendo competitivo con los chinos”, explica Mona Mahajan, de Allianz Global Investors.
La diferencia clave en este punto sería que “esperamos que Biden adopte un enfoque más estratégico y multilateral de la política comercial, mejorando notablemente las relaciones entre EE.UU. y los aliados europeos”, comenta Stephanie Kelly, de Aberdeen SI.
Por lo demás, Mahajan subraya también algunos puntos de vista bastante similares de los dos candidatos. Ambos comparten la necesidad de invertir en infraestructuras. Trump, por ejemplo, considera un plan de 1 billón de dólares para impulsar la recuperación económica muy centrado en carreteras y puentes, pero también gastaría en redes 5G y banda ancha en zonas rurales. Ambos candidatos apoyan alguna forma de reducir los precios de los medicamentos farmacéuticos y ambos favorecen una mayor regulación de ciertas grandes empresas tecnológicas estadounidenses. No hay que olvidar que Biden no descartó en el pasado una disgregación de Facebook “cuestionando las perspectivas de los gigantes de la tecnología que actualmente conforman alrededor de un cuarto del S&P 500”, apunta David Page, de AXA IM.
Según recuerdan desde Allianz Global Investors, históricamente a los mercados les ha ido peor en las semanas previas al día de las elecciones que en el período comprendido entre ese día y el final del año (ver gráfico).
Dicho esto, ¿cuál es el mejor candidato para ellos? Una encuesta reciente de Natixis entre sus expertos revela que el 58% cree que la victoria de Trump sería más beneficiosa para las bolsas. Sin embargo, Philipp Vorndran, estratega de mercados de Flossbach von Storch, asegura que no está tan clara esta certeza. “Sin duda, Biden sería el presidente más predecible. Sin embargo, Trump ha iniciado algunas reformas sensatas para la economía estadounidense y, por tanto, para Wall Street. En última instancia, ni uno ni otro representan un cambio fundamental en la política económica estadounidense”.
Para Jean-Marie Mercadal, responsable de inversiones de OFI Asset Management, habría un escaso movimiento en el mercado con el escenario más simple -pero no el más probable-, el de que Trump siga como presidente y mantenga el Senado. En cambio, la “ola azul” resultaría en “una probable corrección”, por las mencionadas subidas de impuestos y la reducción de las deducciones fiscales sobre dividendos y ganancias de capital. Y es que “algunos estrategas estiman que la implementación completa de la estrategia de Biden restaría casi un 8% de resultados de las empresas del S&P 500”.
Para Diego Fernández Elices, director general de inversiones de A&G Banca Privada, “será más relevante el hecho de eliminar al incertidumbre electoral que el resultado en sí”. Este lo será más a largo plazo “y Trump debería ser más positivo para las bolsas, pero en el corto plazo esto no es así, dado que una victoria de Biden podría interpretarse como mayores estímulos y son estos precisamente los que mayor impacto están teniendo sobre las bolsas”.
Mientras, Miguel Ángel García, director de inversiones de Diaphanum, recuerda que los años electorales suelen ser alcistas para las bolsas y reconoce que una victoria del candidato demócrata supondría un “cambio importante en cuanto a la regulación de la pequeña y mediana empresa, habría subidas de los tipos impositivos, también del salario mínimo interprofesional y eso, en general, sería perjudicial para las empresas”. Pero, a renglón seguido, asegura que “habría un mayor gasto en educación, en sanidad, en transporte, en infraestructuras, en temas de carácter verde y eso equilibraría”. Además de tener en cuenta que “la subida del salario mínimo interprofesional provocaría una mejora en el consumo, lo que supondría crecimiento económico”. Por tanto, es en el tema sectorial donde se notaría mayor efecto.
En general, los expertos aconsejan cierta cautela hasta la cita electoral. “Será clave mantener las carteras bien diversificadas, con activos de alta calidad y niveles adecuados de liquidez”, afirman Pascal Blanqué y Vicent Mortier, de Amundi. Hay quien aconseja ajustar carteras tras las elecciones aunque para Allianz GI, “la tecnología y las infraestructuras emergentes pueden ser las ganadoras independientemente del resultado”. Además, para los inversores a largo plazo, lo que salga de las presidenciales “no tiene tanta importancia como el hecho de permanecer invertido y mantener una cartera diversificada”, asegura Matt Miller, de Capital Group. Más determinante es la política de la FED y el nivel de tipos bajos, que ni Trump ni Biden quieren ni pueden cambiar.
Como apuntan desde MFS Investment Management “mantener un enfoque de inversión disciplinado, un horizonte de tiempo a largo plazo y un plan de reequilibrio sensato sigue siendo un enfoque sólido en este año electoral, como en otros”.